*Hay quien dice que “de la genialidad a la locura hay un breve paso…”, otros alegan que para cometer un crimen no se necesita una gran inteligencia, solo la vocación para ejercer el crimen.
Por: Álex Cazarín
Hay quien dice
que “de la genialidad a la locura hay un breve paso…”, otros alegan que para
cometer un crimen no se necesita una gran inteligencia, solo la vocación para
ejercer el crimen. Sin embargo, quienes logran escurrirse de los largos brazos
de la ley casi siempre resultaron ser personas de una sobrada inteligencia,
hombres y mujeres que lograron perfeccionar su manera de matar, quienes
llevaron el asesinato más allá y con suma cautela, trazaron un camino de horror
al que en un mundo retorcido como éste, podríamos llamar “arte”.
Jack Henry Abbot. |
Jack Henry
Habbot, nacido el 21 de enero de 1944 en Michigan, Estados Unidos, fue un
hombre que podría catalogarse como “un intelectual”, sin embargo, como dijo el
escritor, Norman Mailer, quien más tarde sería responsable indirecto de la
muerte de un hombre por manos de Henry: “La vida de Abbot es trágica de cabo a
rabo”.
Pese
a que fue el hijo de una prostituta de nacionalidad china y de un padre
irlandés que jamás se hizo cargo de él, fue una persona bastante reservada para
quienes alguna vez lo tuvieron cerca, sin embargo, a menudo se le retrataba
como un sujeto de carácter explosivo, dado a la ira a la mínima provocación.
Esta actitud lo llevó a pisar los reformatorios a edad temprana por delitos
menores entre los que se incluye el robo y los asaltos como una manera de
“salir a delante”.
Diversos
medios de comunicación coinciden en que Abbot pasó gran parte de su vida en
prisión, podría decirse que desde antes de cumplir la mayoría de edad se la
pasaba de gira por los reformatorios estatales por reincidencias y causas que
lo llevaron a estar en la mira de las autoridades, aunque cabe mencionar que,
pese a estar encerrado gustaba de la lectura y como no, estaba al tanto de cualquier
noticia en los periódicos desde la cárcel.
No
se sabe a ciencia cierta cómo es que llegó a cultivarse si gran parte de su
vida se la pasó de crimen en crimen y de celda en celda, aunque se barajea la
posibilidad de que Henry tuviese el tiempo para cultivarse a través de sus
horas y horas de lectura en aquellos programas penitenciarios donde permiten a
los reos leer de vez en cuando para no perder la cordura en detrás de los
barrotes.
Fue
a finales de la década de los 70´s cuando purgaba una condena que comenzó con
el uso de cheques falsos y terminó por añadírsele el asesinato de otro preso,
que en sus propias palabras y dentro de su mente retorcida creía “debía ser
asesinado” , cuando escuchó que el célebre novelista norteamericano, Norman
Mailer, preparaba su próximo Best Seller sobre Gary Gilmore, un sentenciado a
muerte que por el momento era la musa del escritor, cosa que ofendió a Abbot,
al punto de escribirle una carta de mil sobre el por qué no lograría su
objetivo si Mailer nunca había pisado la cárcel.
“(…)
¿Quieres saber cómo cometer un asesinato? Así se hace:
Los
dos están solos en su celda. Tú conseguiste un cuchillo con doble filo y lo
tienes contra una de tus piernas para que él no lo vea. El enemigo está
sonriendo y charlando sobre algo contigo. Él piensa que eres un tonto y se
confía. Entonces ves el blanco: un punto alrededor del tercer botón de su
camisa. Mientras hablan y sonríen con tranquilidad, mueves tu pie izquierdo
hasta cruzarlo delante y “el mundo se da vuelta”. Acabas de hundirle el
cuchillo en medio del pecho”.
Con
cartas como esta, Jack Henry Abbot logró llamar la atención del novelista,
quien quedó fascinado por la narrativa del extraño reo al que llegó a tildar
como “uno de los escritores más prometedores del siglo”, aunque su educación
fuese dudosa con el largo historial delictivo y lo poco que había disfrutado de
la libertad.
Mailer
recibió más de mil cartas, todas con descripciones graficas del horror que se
experimenta en la mente de un asesino sin escrúpulos que no siente el mínimo
respeto por la vida ajena, por lo que el novelista decidió que esa mente tan
brillante no debería desperdiciarse en una sucia celda así que decidió que él
abogaría por Abbot para que tarde o temprano recuperara su libertad.
La
idea de Mailer fue recopilar las cartas que llevó ante diversas editoriales a
fin de presentar un libro jamás antes visto sobre el verdadero horror, contado
desde la pluma de un verdadero asesino. Fue hasta que Random House les tendió
la mano cuando formalmente Henry Abbot se convirtió en un escritor hecho y
derecho con su primer libro auspiciado bajo la bondad y prestigio de Mailer,
titulado “En el vientre de la bestia”.
El
libro fue descrito por el The New York Times como una obra de arte en su tiempo
al lograr la fama que alcanzó en pocas semanas cuando se volvió una tendencia
entre los lectores, por lo que decidieron convertirlo en una suplemento del
prestigiado periódico que sería presentado en ediciones posteriores.
Por
su parte, el crítico Terrence Des Pres escribió: “Imponente, brillante y
perversamente genial; su impacto es indeleble y como reconstrucción de la
pesadilla penal obligatoria”. El libro fácilmente alcanzó sus primeros 15 mil
dólares en pocos días, recurso que Mailer presentó a Abbot y ambos planearon
pagar a los mejores abogados de los Estados Unidos para que el brillante y
nuevo escritor recuperara la libertad.
A
través de una campaña pública y los cientos de fans que abogaban por el autor,
la corte decidió entregarle su libertad antes de tiempo con la condición de que
consiguiera un empleo, requisito rápidamente cubierto por Mailer, quien le dio
trabajo como investigador con un sueldo de 150 dólares semanales.
Fue
así como en 1981, dos años después de conocer a Mailer, que Jack Henry Abbot
logró recuperar la libertad a sus 37 años de edad, luego de haber pasado años
tras las rejas y ahora no solo era libre, sino que también fue invitado por la
poderosa ABC para su inmortal programa “Buenos Días América”, donde se le
realizó una larga entrevista que no sería la última, pues el antes convicto
ahora se codeaba con la crema y nata del mundo de la literatura y la farándula
al convivir con los más populares de su tiempo así como a las entrevistas que
le realizaron para reconocer su “genio”, incluso la revista People publicó un
artículo completo sobre él.
Pero
la mente del célebre escritor, pese a lo que todos llamaban “genialidad”, se
retorcía por dentro al encontrarse rodeado por gente común y corriente. Nunca
nadie se había interesado por él, ¿ahora le resultaba agradable e interesante a
los demás por externar sus horripilantes crímenes? Hipocresía, le llamó.
La
libertad de Abbot no duró mucho, luego de una cena con un par de admiradoras en
el reconocido restorán East Village de Nueva York, resultó en la gota que
derramó el vaso. La fama efímera no bastaba, la compañía hipócrita no
satisfacía ninguno de sus ferales sentimientos, no.
Esa
noche de agradable velada era una más del montón de elogios sin sentidos que le
llevaron a replantear su rumbo como muchas veces lo hizo dentro de las celdas
hasta que tuvo que ir al baño. De aquí para allá se movía un camarero de 22
años de edad, de nombre Richard Addan, un joven aspirante a actor que luchaba
por sus sueños en la gran manzana con trabajo y sueños que le impulsaban a
levantarse cada mañana hasta su trabajo en el restorán donde a lo lejos vio
cómo uno de los comensales levantaba la mano y amablemente le pedía que le
indicara dónde se encontraba el baño, pero él se negó, solo era para uso
exclusivo del personal.
Esto
no le agradó a Abbot, todo lo que no le agradaba encontró un punto de desfogue
a través de un pequeño punto que filtró esa noche, en aquél mesero de 22 años a
quien asestó una puñalada con todas las fuerzas que le permitieron sus brazos.
Le partió el alma y decidió huir del lugar pero más tarde fue atrapado por las
autoridades.
Asesinato del mozo del restauran. |
Mailer
por su parte, dijo sentir una “enorme responsabilidad” por sus actos, pues
creyó que darle una oportunidad a un hombre de aquél genio era su deber, sin
embargo, ahora otro hombre había sido asesinado y prácticamente era su culpa,
pues de no haber abogado por Abbot, Richard Addan seguiría con vida.
La
sociedad no olvidó lo sucedido y a menudo se le señalaba que Abbot le había
segado e incluso que lo había manipulado (característica de los asesinos
seriales) para que lograra sacarlo de la cárcel.
Sin
embargo, hay que aclarar, Jack jamás dijo lo contrario.
Entre
las muchas entrevistas realizadas incluso comentó: “Mi vida no es una saga y me
ofende que utilicen ese término de ese modo… No me siento un héroe”. Dejó en
claro que él jamás aspiró a la bondad que otros tienen de manera innata desde
su nacimiento; Jack no era así, él no fingió otra cosa y si trató, quedó claro
que su naturaleza era otra.
La
corte en 1990, naturalmente le prohibió cobrar regalías por el libro donde
alegremente describía qué lo llevó a arrebatarle la vida a un inocente, sin
embargo, se le ordenó indemnizar a la familia del occiso con una suma de siete
millones, 570 mil dólares a la viuda de Addan.
En
agosto del 2001, Jack Abbot, pidió su libertad condicional de nuevo pero le fue
negada aunque prácticamente su condena terminaría en el año 2003 hasta que se le
encontró un domingo ahorcado en su celda con una de sus sábanas. Nadie se
percató de este hecho puesto que permanecía recluido en solitario por sus
brutales arranques de ira.
“Nunca
conocí a otro hombre que tuviera una vida peor que la sura. Lo que la hizo
doblemente horrible es que llevó la tragedia a un joven que estaba lleno de
promesas y dejó un cráter de opsibilidades perdidas a muchos. Especialmente las
que él mismo tenía”, escribió Mailer en un comunicado luego de la muerte del
célebre escritor asesino.
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