*Superó en asesinatos violentos al célebre asesino en serie británico. *Operaba del mismo modo que Jack en la Ciudad de México. *Jamás fue castigado y nunca mostró signos de arrepentimiento.
Por: Álex Cazarín
Francisco Guerrero Pérez.. |
Francisco Guerrero Pérez, alias “Antonio Prida”, “El Jack el
Destripador mexicano”, “El Destripador del Río Consulado”, “Barba Azul”, “El
Degollador”, “El Estrangulador” o “El Chalequero”, nacido en alguna parte del
Bajío en el año de 1840, decimoprimer hijo de una familia de clase humilde,
autoproclamado devoto de la Santísima Virgen de Guadalupe, fue el primero de
los asesinos seriales reconocidos en México a la fecha.
El término “Asesinos Seriales” se le atribuye a Robert Ressler, un
agente de la Oficina de Investigación Federal (FBI, por sus siglas en inglés) que usó dicha frase en su libro del mismo nombre, “Asesinos
Seriales” en 1998, quien afirmó que el término lo asoció a un recuerdo de en su
niñez, cuando solía ver una serie de aventuras por televisión que dejaba al espectador
en vilo cada semana a la espera de un capítulo más espectacular; sensación
puede encajar a la perfección con este tipo de criminales, quienes luego de
algún hecho sanguinario quedan a la espera de noticias de sus “obras maestras”
en los medios y siempre les queda el sabor en boca de que sus “acciones” no
fueron tan perfectas como en sus más feroces fantasías, por lo que en la
próxima esperan batir su propio record en busca de el crimen perfecto.
“Tras cada crimen, el asesino serial piensa en cosas que podría
haber hecho para que el asesinato hubiera sido más satisfactorio”, publicó
Ressler.
Sus brutales crímenes
coincidieron con los del célebre asesino serial británico, Jack “El
Destripador”, ambos llamaron la atención de los medios de comunicación de la
época debido a su modus operandi, pulcritud a la hora de asesinar e incluso por
la manera en la que ambos se desenvolvían con sus principales víctimas.
Incluso, cuando los asesinatos de Jack, “El Destripador”, llegaron a oídos de
los periodistas mexicanos en 1888, aparecieron titulares por todo el país como:
“Hay un ‘Chalequero’ inglés”.
Por su parte, Jack, apodado “El Destripador”, fue un asesino al que
se atribuyen cinco asesinatos confirmados en el barrio londinense de
Whitechappel en 1888, cuyo modus operndi se caracterizaba por cortar la
garganta a sus víctimas, cortes en el área genital y abdominal, extirpación de
órganos y desfiguración de rostro de mujeres exclusivamente dedicadas a la prostitución.
La infancia de Guerrero Pérez,
como la de todos los asesinos seriales, estuvo marcada por golpes y maltratos
por parte de su madre, a quien le debía los principales traumas de su niñez; se
sabe que no tuvo una figura paterna, por lo que tuvo que ingresar precozmente a
la vida adulta al trabajar desde muy pequeño para ayudar en su hogar. De este
modo, migró a la Ciudad de México a la edad de 22 años, en 1862, donde realizó
diversos trabajos para poder subsistir, sin embargo, el más conocido de sus
oficios y al que se dedicó hasta el fin de sus días, fue el de zapatero.
De acuerdo a crónicas de la época, como las de “El Libro Rojo”, una
colección de cuatro libros que ofrece una compilación de crímenes y criminales
famosos mexicanos editado por el Fondo de Cultura Económica, “El Chalequero”
tuvo en su haber al menos 20 asesinatos de mujeres en la capital, pero se
especula que podría haber más en su tierra natal debido a que se desconoce la
fecha exacta en la que el hombre inició con su cadena de delitos, aunque la
fecha oficial (no confirmada) es que empezó desde el año 1880 hasta su captura
final en 1888.
Sin embargo, cabe mencionar que los peritos de la época en México,
afirmaban que los asesinos psicópatas tendían a ser una mera involución de la
raza humana, es decir, gente que provenía de familias en una especie de
“retroceso” generacional donde cada camada de hijos nacía con características
propias de los animales con todo e instintos, en cuya cima se encontraban estas
personas que arrebatan la vida de manera sanguinaria sin remordimientos.
A Guerrero Pérez lo describían como un hombre sucio e indígena de
aspecto casi simiesco, con características animales y una vida desorganizada a
la que atribuían su deseo de sangre y viseras, nada más alejado de la realidad.
Lo único acertado era en la descendencia indígena de Guerrero, sin embargo, su
aspecto era un abismo de diferencia.
De acuerdo a reportajes de la época luego de su captura, el
estrangulador de México era una persona distinta a la que los investigadores buscaban, se trataba de un hombre que
acostumbraba vestir de manera elegante, cuyo porte carismático lo hacía
agradable ante la sociedad, en especial con las mujeres, quienes afirmaban que
se trataba de todo un caballero pese a su condición social y grado académico,
ya que Guerrero era un hombre bien educado e inteligente al que jamás le
faltaba la compañía femenina.
Su manera de asesinar incluso da a entender que su coeficiente
intelectual se encontraba por encima de la media ya que, contrario a lo que se
decía de él (que tenía retraso mental), “El Chalequero” operaba de una manera
organizada y siempre con astucia. No fue sino hasta el año de 1908, cuando
reporteros influenciados por la imagen de Jack “El Destripador”, publicaron la
verdadera imagen del asesino de la capital, un hombre delgado, de tez morena,
estatura media, escrupulosamente arreglado a la manera occidental, con
educación y porte refinado así como galante, al igual que aquellos ojos
penetrantes que tantas veces aterraron a sus víctimas, solía vestir de manera
estrafalaria aunque siempre conservaba la elegancia, usaba pantalones
entallados de cahemira, fajas multicolores y en algunas ocasiones chalecos tipo
charro.
Grabado de la época, de José Guadalupe Posada, que ilustra uno de los asesinatos cometidos por Guerrero. |
Francisco Guerrero Pérez, tenía éxito a la hora de conquistar
mujeres que, fuentes fiables así como testimonios de quienes lo conocieron
afirman que contaba con su propio harem de mujeres a las que no se descarta,
usó para ejercer la prostitución. Incluso hay quienes refieren que en la
colonia Peralvillo, donde vivía, todos conocían los crímenes de Guerrero, quien
en alguna ocasión alardeó de sus “logros” enfrente de sus mujeres a quienes
veía como una mera herramienta para su propia satisfacción, sin embargo, se le
llegó a escuchar alardear que era un fiel devoto de la Santísima Virgen de
Guadalupe e incluso que en su niñez fue sacristán. “Era guapo, elegante, galán
y pendenciero”, afirma un testimonio anónimo en 1888.
Cabe mencionar que el rasgo misógino altamente marcado en Guerrero
Pérez no era un secreto ya que, quienes tuvieron contacto con él lo
describieron como un hombre al que gustaba de someter a las mujeres a sus
deseos sin importar de quién se tratase, lo que quedó demostrado al poner
atención en cada uno de sus asesinatos reconocidos, donde el 99% de sus
crímenes fue en contra de prostitutas a las que deshumanizó luego de abusar de
ellas.
Psicólogos en la actualidad concuerdan que el asesino de Peralvillo
poseía una personalidad psicopática, carecía de empatía, era bastante
egocéntrico, sufría de ataques repentinos de ira, era manipulador y promiscuo,
además de que vivía un estilo de vida “parasitario” pues se sabe que algunas de
sus mujeres lo mantenían, además de que se cree era proxeneta, sin embargo esto
último entra en conflicto ya que se sabe ejerció el oficio de zapatero hasta
sus últimos días, aunque se notaba que su trastorno de personalidad y misoginia
fue producto del rechazo materno que se inició en la infancia y degeneró en un
complejo de Edipo no superado. Sin embargo, se sabe que sus características son
propias de los asesinos seriales, sea cual sea la época y condición social de
la que provengan.
Pese a que se sabe tuvo muchas amantes y mujeres a su servicio, “El
Chalequero” vivió una vida marital ordenada con una mujer identificada como
“María”, con la que procreó cuatro hijos reconocidos, sin embargo, se sabe que
tuvo otros hijos fuera del matrimonio de los que poco o nada se sabe.
De los asesinatos vinculados a Guerrero se sabe que intentaba
despojar a las mujeres de su feminidad y las deshumanizaba, puesto que cada uno
de sus crímenes estuvo marcado con tintes sexuales degenerados que superaban el
odio al sexo opuesto. Violaba a sus víctimas para demostrar su superioridad y
ponía a las occisas bajo su pie hasta que el último aliento escapara de ellas.
Se cree que todas sus víctimas fueron prostitutas, excepto la última de ellas
de quien no se comprobó que ejerciera dicho oficio; sin embargo, las
autoridades establecieron que no las mató por el hecho de ejercer la
prostitución, sino porque representaban un sector más vulnerable de la
población de las que podía disponer sin mucha dificultad.
“El Degollador del Río Consulado es un criminal nato… No hay datos
suficientes que autoricen suponer que (…) El Chalequero haya cometido sus
crímenes bajo la influencia irresistible de la perversión sexual (…) no los ha
cometido bajo la influencia de una obsesión morbosa (…) los ha consumado por
impulsos violentos conscientes (…) es, por lo tanto, un degenerado inmoral y
violento…” escribió Carlos Roumagnac, uno de los primeros criminólogos
mexicanos para la prensa.
Guerrero, al igual que el tristemente célebre asesino británico
Jack, “El Destripador”, con quien compartió la misma época y años de su carrera
delictiva, abordaba a sus víctimas bajo el pretexto de hacer uso de sus
servicios, sin embargo, luego de hacer uso de las mujeres las amagaba y, como
ya se encontraban en un lugar solitario, las asesinaba estrangulándolas o
simplemente las degollaba para finalmente desaparecer los cuerpos.
Se sabe que para rebanarle el cuello a las infortunadas utilizaba un
cuchillo de curtidor, también usado en el oficio de los zapateros, el cual
consta de una punta curva bastante resistente con la que se puede cortar cuero
con facilidad.
No fue sino hasta la penúltima víctima, que se supo de la identidad
del violento asesino luego de que ésta fuera dada por muerta y más tarde
hallada para contarles los hechos a las autoridades. Fue una prostituta llamada
Lorenza Urrutia quien estuvo grave durante varias semanas pero logró reponerse
para luego testificar en contra de Guerrero luego de que afirmó que tuvo dos
encuentros con él, el primero cuando la abordó en las vías del tren y ella lo
rechazó bajo el pretexto de que “tenía que ir a cobrar un dinero”, sin embargo,
dos meses después ya no se lo pidió por las buenas y la condujo a un área
despoblada donde la metió en una cueva y por dos días abuso brutalmente de ella
y pudo escapar luego de que su captor se ausentó, presuntamente a comprar
alcohol a una pulquería cercana.
El 13 de febrero de 1888 fue detenido por el detective Francisco
Chávez, quien luego de la denuncia de varios vecinos entre los que se
encontraban José Montoya, Eulalia González y una de sus víctimas, Lorenza
Urrutia. Cabe mencionar que las denuncias fueron “tapadas” por el régimen del
porfiriato, aunque Guerrero sí fue condenado, primero a la pena de muerte,
luego por alguna razón el presidente Porfirio Díaz revocó la sentencia y le
dieron 20 años de prisión en San Juan de Ulúa en Veracruz, aunque en 1904
recibió una carta de indulto por error y fue liberado para continuar sus
fechorías.
Durante los años de 1904 a 1908 hubo un espacio oscuro del que se
cree hubieron más víctimas de “El Chalequero”, sin embargo, fue hasta el 13 de
junio de 1908 cuando Guerrero fue detenido por segunda ocasión por el asesinato
de una mujer de la tercera edad, a la que no pudieron identificar plenamente,
solo se sabe que su nombre era “Antonia”, a quien ejecutó a orillas del río
Consulado, cuyo cuerpo fue hallado poco después del crimen.
Sin embargo, Guerrero cometió muchos errores que llevaron a su
captura, alardeó de sus asesinatos en presencia de varios vecinos y en su
última fechoría un niño presenció todo el crimen, se trataba de un pequeño
pastor que llevaba al ganado para abrevar en el río, cuando notó los gritos de
la mujer y corrió para ver qué sucedía, ahí lo presenció todo, desde la
violación hasta el artero asesinato. De igual manera, dos hermanas lo vieron
cuando se lavaba los brazos y la cara de la sangre de su última víctima, por lo
que ellos tres fueron piezas claves para que las autoridades le pusieran tras
las rejas sin mayor dilación.
Vista aérea de Lecumberri. |
El “Estrangulador del Río” fue llevado a la conocida prisión de
Lecumberri, donde se sentenció a la pena de muerte a sus ya 70 años de edad en
el año de 1910, justo cuando inició la Revolución Mexicana, sin embargo, se
sabe que Guerrero jamás admitió pena o culpa por los múltiples asesinatos a los
que se le vincula.
Viejo, enfermo y sin culpa, el “Jack El Destripador Mexicano”
comenzó a enfermar, algunas crónicas de la época afirman que se trató de
tuberculosis, otros que su salud decayó a causa de una contusión
craneoencefálica y algunos que simplemente
a causa de la edad, un día no pudo ponerse de pie y fue llevado
moribundo al Hospital Juárez donde murió en santa paz.
Las víctimas de
Guerrero se especulan en decenas, tal vez cientos si su mente atroz logró
llevar a cabo otros asesinatos más, sin embargo, se conocen solo los nombres de
nueve de ellas:
*Candelaria
Mendoza.
*Francisca
Rivero, alias “La Chichara”.
*María de Jesús
González.
*Margarita,
alias “La Burra Panda”.
*María Guadalupe
Villagrán.
*Josefina Rodríguez.
*María Muñóz.
*Murcia
Gallardo.
*Antonia, la
última de sus víctimas.
(Nota.-El
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