lunes, 10 de septiembre de 2018

El “Jack el Destripador” mexicano

*Superó en asesinatos violentos al célebre asesino en serie británico. *Operaba del mismo modo que Jack en la Ciudad de México. *Jamás fue castigado y nunca mostró signos de arrepentimiento.



Por: Álex Cazarín


Francisco Guerrero Pérez..
Francisco Guerrero Pérez, alias “Antonio Prida”, “El Jack el Destripador mexicano”, “El Destripador del Río Consulado”, “Barba Azul”, “El Degollador”, “El Estrangulador” o “El Chalequero”, nacido en alguna parte del Bajío en el año de 1840, decimoprimer hijo de una familia de clase humilde, autoproclamado devoto de la Santísima Virgen de Guadalupe, fue el primero de los asesinos seriales reconocidos en México a la fecha.
El término “Asesinos Seriales” se le atribuye a Robert Ressler, un agente de la Oficina de Investigación Federal (FBI, por sus siglas en inglés) que usó dicha frase en su libro del mismo nombre, “Asesinos Seriales” en 1998, quien afirmó que el término lo asoció a un recuerdo de en su niñez, cuando solía ver una serie de aventuras por televisión que dejaba al espectador en vilo cada semana a la espera de un capítulo más espectacular; sensación puede encajar a la perfección con este tipo de criminales, quienes luego de algún hecho sanguinario quedan a la espera de noticias de sus “obras maestras” en los medios y siempre les queda el sabor en boca de que sus “acciones” no fueron tan perfectas como en sus más feroces fantasías, por lo que en la próxima esperan batir su propio record en busca de el crimen perfecto.
“Tras cada crimen, el asesino serial piensa en cosas que podría haber hecho para que el asesinato hubiera sido más satisfactorio”, publicó Ressler.
                  Sus brutales crímenes coincidieron con los del célebre asesino serial británico, Jack “El Destripador”, ambos llamaron la atención de los medios de comunicación de la época debido a su modus operandi, pulcritud a la hora de asesinar e incluso por la manera en la que ambos se desenvolvían con sus principales víctimas. Incluso, cuando los asesinatos de Jack, “El Destripador”, llegaron a oídos de los periodistas mexicanos en 1888, aparecieron titulares por todo el país como: “Hay un ‘Chalequero’ inglés”.

Por su parte, Jack, apodado “El Destripador”, fue un asesino al que se atribuyen cinco asesinatos confirmados en el barrio londinense de Whitechappel en 1888, cuyo modus operndi se caracterizaba por cortar la garganta a sus víctimas, cortes en el área genital y abdominal, extirpación de órganos y desfiguración de rostro de mujeres exclusivamente dedicadas a la prostitución.
                  La infancia de Guerrero Pérez, como la de todos los asesinos seriales, estuvo marcada por golpes y maltratos por parte de su madre, a quien le debía los principales traumas de su niñez; se sabe que no tuvo una figura paterna, por lo que tuvo que ingresar precozmente a la vida adulta al trabajar desde muy pequeño para ayudar en su hogar. De este modo, migró a la Ciudad de México a la edad de 22 años, en 1862, donde realizó diversos trabajos para poder subsistir, sin embargo, el más conocido de sus oficios y al que se dedicó hasta el fin de sus días, fue el de zapatero.
De acuerdo a crónicas de la época, como las de “El Libro Rojo”, una colección de cuatro libros que ofrece una compilación de crímenes y criminales famosos mexicanos editado por el Fondo de Cultura Económica, “El Chalequero” tuvo en su haber al menos 20 asesinatos de mujeres en la capital, pero se especula que podría haber más en su tierra natal debido a que se desconoce la fecha exacta en la que el hombre inició con su cadena de delitos, aunque la fecha oficial (no confirmada) es que empezó desde el año 1880 hasta su captura final en 1888.
Sin embargo, cabe mencionar que los peritos de la época en México, afirmaban que los asesinos psicópatas tendían a ser una mera involución de la raza humana, es decir, gente que provenía de familias en una especie de “retroceso” generacional donde cada camada de hijos nacía con características propias de los animales con todo e instintos, en cuya cima se encontraban estas personas que arrebatan la vida de manera sanguinaria sin remordimientos.
A Guerrero Pérez lo describían como un hombre sucio e indígena de aspecto casi simiesco, con características animales y una vida desorganizada a la que atribuían su deseo de sangre y viseras, nada más alejado de la realidad. Lo único acertado era en la descendencia indígena de Guerrero, sin embargo, su aspecto era un abismo de diferencia.
De acuerdo a reportajes de la época luego de su captura, el estrangulador de México era una persona distinta a la que los investigadores  buscaban, se trataba de un hombre que acostumbraba vestir de manera elegante, cuyo porte carismático lo hacía agradable ante la sociedad, en especial con las mujeres, quienes afirmaban que se trataba de todo un caballero pese a su condición social y grado académico, ya que Guerrero era un hombre bien educado e inteligente al que jamás le faltaba la compañía femenina.
Su manera de asesinar incluso da a entender que su coeficiente intelectual se encontraba por encima de la media ya que, contrario a lo que se decía de él (que tenía retraso mental), “El Chalequero” operaba de una manera organizada y siempre con astucia. No fue sino hasta el año de 1908, cuando reporteros influenciados por la imagen de Jack “El Destripador”, publicaron la verdadera imagen del asesino de la capital, un hombre delgado, de tez morena, estatura media, escrupulosamente arreglado a la manera occidental, con educación y porte refinado así como galante, al igual que aquellos ojos penetrantes que tantas veces aterraron a sus víctimas, solía vestir de manera estrafalaria aunque siempre conservaba la elegancia, usaba pantalones entallados de cahemira, fajas multicolores y en algunas ocasiones chalecos tipo charro.
Grabado de la época, de José Guadalupe Posada, que ilustra uno de los asesinatos cometidos por Guerrero.
Francisco Guerrero Pérez, tenía éxito a la hora de conquistar mujeres que, fuentes fiables así como testimonios de quienes lo conocieron afirman que contaba con su propio harem de mujeres a las que no se descarta, usó para ejercer la prostitución. Incluso hay quienes refieren que en la colonia Peralvillo, donde vivía, todos conocían los crímenes de Guerrero, quien en alguna ocasión alardeó de sus “logros” enfrente de sus mujeres a quienes veía como una mera herramienta para su propia satisfacción, sin embargo, se le llegó a escuchar alardear que era un fiel devoto de la Santísima Virgen de Guadalupe e incluso que en su niñez fue sacristán. “Era guapo, elegante, galán y pendenciero”, afirma un testimonio anónimo en 1888.
Cabe mencionar que el rasgo misógino altamente marcado en Guerrero Pérez no era un secreto ya que, quienes tuvieron contacto con él lo describieron como un hombre al que gustaba de someter a las mujeres a sus deseos sin importar de quién se tratase, lo que quedó demostrado al poner atención en cada uno de sus asesinatos reconocidos, donde el 99% de sus crímenes fue en contra de prostitutas a las que deshumanizó luego de abusar de ellas.
Psicólogos en la actualidad concuerdan que el asesino de Peralvillo poseía una personalidad psicopática, carecía de empatía, era bastante egocéntrico, sufría de ataques repentinos de ira, era manipulador y promiscuo, además de que vivía un estilo de vida “parasitario” pues se sabe que algunas de sus mujeres lo mantenían, además de que se cree era proxeneta, sin embargo esto último entra en conflicto ya que se sabe ejerció el oficio de zapatero hasta sus últimos días, aunque se notaba que su trastorno de personalidad y misoginia fue producto del rechazo materno que se inició en la infancia y degeneró en un complejo de Edipo no superado. Sin embargo, se sabe que sus características son propias de los asesinos seriales, sea cual sea la época y condición social de la que provengan.
Pese a que se sabe tuvo muchas amantes y mujeres a su servicio, “El Chalequero” vivió una vida marital ordenada con una mujer identificada como “María”, con la que procreó cuatro hijos reconocidos, sin embargo, se sabe que tuvo otros hijos fuera del matrimonio de los que poco o nada se sabe.
De los asesinatos vinculados a Guerrero se sabe que intentaba despojar a las mujeres de su feminidad y las deshumanizaba, puesto que cada uno de sus crímenes estuvo marcado con tintes sexuales degenerados que superaban el odio al sexo opuesto. Violaba a sus víctimas para demostrar su superioridad y ponía a las occisas bajo su pie hasta que el último aliento escapara de ellas. Se cree que todas sus víctimas fueron prostitutas, excepto la última de ellas de quien no se comprobó que ejerciera dicho oficio; sin embargo, las autoridades establecieron que no las mató por el hecho de ejercer la prostitución, sino porque representaban un sector más vulnerable de la población de las que podía disponer sin mucha dificultad.
“El Degollador del Río Consulado es un criminal nato… No hay datos suficientes que autoricen suponer que (…) El Chalequero haya cometido sus crímenes bajo la influencia irresistible de la perversión sexual (…) no los ha cometido bajo la influencia de una obsesión morbosa (…) los ha consumado por impulsos violentos conscientes (…) es, por lo tanto, un degenerado inmoral y violento…” escribió Carlos Roumagnac, uno de los primeros criminólogos mexicanos para la prensa.
Guerrero, al igual que el tristemente célebre asesino británico Jack, “El Destripador”, con quien compartió la misma época y años de su carrera delictiva, abordaba a sus víctimas bajo el pretexto de hacer uso de sus servicios, sin embargo, luego de hacer uso de las mujeres las amagaba y, como ya se encontraban en un lugar solitario, las asesinaba estrangulándolas o simplemente las degollaba para finalmente desaparecer los cuerpos.
Se sabe que para rebanarle el cuello a las infortunadas utilizaba un cuchillo de curtidor, también usado en el oficio de los zapateros, el cual consta de una punta curva bastante resistente con la que se puede cortar cuero con facilidad.
No fue sino hasta la penúltima víctima, que se supo de la identidad del violento asesino luego de que ésta fuera dada por muerta y más tarde hallada para contarles los hechos a las autoridades. Fue una prostituta llamada Lorenza Urrutia quien estuvo grave durante varias semanas pero logró reponerse para luego testificar en contra de Guerrero luego de que afirmó que tuvo dos encuentros con él, el primero cuando la abordó en las vías del tren y ella lo rechazó bajo el pretexto de que “tenía que ir a cobrar un dinero”, sin embargo, dos meses después ya no se lo pidió por las buenas y la condujo a un área despoblada donde la metió en una cueva y por dos días abuso brutalmente de ella y pudo escapar luego de que su captor se ausentó, presuntamente a comprar alcohol a una pulquería cercana.
El 13 de febrero de 1888 fue detenido por el detective Francisco Chávez, quien luego de la denuncia de varios vecinos entre los que se encontraban José Montoya, Eulalia González y una de sus víctimas, Lorenza Urrutia. Cabe mencionar que las denuncias fueron “tapadas” por el régimen del porfiriato, aunque Guerrero sí fue condenado, primero a la pena de muerte, luego por alguna razón el presidente Porfirio Díaz revocó la sentencia y le dieron 20 años de prisión en San Juan de Ulúa en Veracruz, aunque en 1904 recibió una carta de indulto por error y fue liberado para continuar sus fechorías.
Durante los años de 1904 a 1908 hubo un espacio oscuro del que se cree hubieron más víctimas de “El Chalequero”, sin embargo, fue hasta el 13 de junio de 1908 cuando Guerrero fue detenido por segunda ocasión por el asesinato de una mujer de la tercera edad, a la que no pudieron identificar plenamente, solo se sabe que su nombre era “Antonia”, a quien ejecutó a orillas del río Consulado, cuyo cuerpo fue hallado poco después del crimen.
Sin embargo, Guerrero cometió muchos errores que llevaron a su captura, alardeó de sus asesinatos en presencia de varios vecinos y en su última fechoría un niño presenció todo el crimen, se trataba de un pequeño pastor que llevaba al ganado para abrevar en el río, cuando notó los gritos de la mujer y corrió para ver qué sucedía, ahí lo presenció todo, desde la violación hasta el artero asesinato. De igual manera, dos hermanas lo vieron cuando se lavaba los brazos y la cara de la sangre de su última víctima, por lo que ellos tres fueron piezas claves para que las autoridades le pusieran tras las rejas sin mayor dilación.
Vista aérea de Lecumberri.
El “Estrangulador del Río” fue llevado a la conocida prisión de Lecumberri, donde se sentenció a la pena de muerte a sus ya 70 años de edad en el año de 1910, justo cuando inició la Revolución Mexicana, sin embargo, se sabe que Guerrero jamás admitió pena o culpa por los múltiples asesinatos a los que se le vincula.
Viejo, enfermo y sin culpa, el “Jack El Destripador Mexicano” comenzó a enfermar, algunas crónicas de la época afirman que se trató de tuberculosis, otros que su salud decayó a causa de una contusión craneoencefálica y algunos que simplemente  a causa de la edad, un día no pudo ponerse de pie y fue llevado moribundo al Hospital Juárez donde murió en santa paz.
Las víctimas de Guerrero se especulan en decenas, tal vez cientos si su mente atroz logró llevar a cabo otros asesinatos más, sin embargo, se conocen solo los nombres de nueve de ellas:
*Candelaria Mendoza.
*Francisca Rivero, alias “La Chichara”.
*María de Jesús González.
*Margarita, alias “La Burra Panda”.
*María Guadalupe Villagrán.
*Josefina Rodríguez.
*María Muñóz.
*Murcia Gallardo.
*Antonia, la última de sus víctimas.

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