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lunes, 1 de octubre de 2018

Gregorio Cárdenas “El Estrangulador de Tacuba"

*Becado por PEMEX. *Asesino con un alto coeficiente intelectual. *Culto *Absuelto por el presidente Luis Echeverría. *Aplaudido en la cámara de Diputados por su “reforma”.



                  Por Álex Cazarín

Pese a que fue uno de los casos más sonados en los medios de comunicación en la década de los cuarenta luego de darse a conocer los cuatro asesinatos a sangre fría que cometió, el capitalino veracruzano (por su afinidad con este estado),  Gregorio Cárdenas Hernández, alias “El Estrangulador de Tacuba”,  “El Carnicero”  o simplemente “Goyo”, nació en el año de 1915 en la Ciudad de México, comenzó sus primeros años de vida como la gran mayoría de sus colegas del crimen, con una deficiente crianza y traumáticas experiencias que lo dejaron marcado para el resto de su vida.
                 
Cárdenas Hernández sufrió de un daño neurológico grave que provocó una encefalitis a temprana edad, un factor decisivo que lo llevó a mostrar un comportamiento errático desde su más tierna infancia, pues es sabido que disfrutaba de torturar a los animales, un rasgo que distinguió también a otros criminales. El doctor Alfonso Quiroz Cuarón, en su libro, “El Estrangulador de Mujeres”, indicó que éste sujeto mostró luego de su captura una personalidad neurótica compulsiva y evolutiva, tendencias homosexuales, un elevado narcisismo y erotismo sádico “con rumbo esquizo-paranoide”, además de que por sus propias declaraciones, sostuvo una relación enfermiza con su madre, Vicenta Hernández, quien lo reprimió en todos los aspectos hasta su adolescencia.
                  Se sabe que además de sus marcados rasgos antisociales, Cárdenas sufría de dificultades para controlar su esfínter, por lo que en muchas ocasiones se vio envuelto en situaciones vergonzosas delante de otras personas, lo que acentuó el rasgo antipático que lo caracterizaba. Sin embargo, las dificultades que tuvo que sortear durante su juventud, no le impidieron conseguir una beca por parte de Petróleos Mexicanos (PEMEX) debido a que este personaje siempre demostró un alto coeficiente intelectual en comparación con sus compañeros de estudios.
                  Tuvo un fugaz matrimonio con una mujer llamada Sabina Lara González, pero se divorció poco tiempo después, aunque se especuló que se trató de la manera sumisa en la que se comportaba, lo que provocó la ruptura con su primera esposa, a quien no le agradó la actitud de Cárdenas por lo que decidió dar por terminado el matrimonio.
                  A los 27 años de edad, “Goyo” cursaba sus estudios en Química y a la vez, pudo “acomodarse” en varios proyectos en la en ese entonces paraestatal, lo que le permitió separarse de su madre y comenzar una vida independiente en la capital, donde rentó una casa de muy buen ver que más tarde sería usada por Cárdenas para enterrar algunas de sus víctimas.
Los rostros de sus víctimas.
                  “Goyo” disfrutaba de estrangular a sus víctimas con una cuerda en la privacidad de su domicilio, donde emulaba a las arañas y atraía a las mujeres a las que “les había echado el ojo”, como cuentan los medios de la época. El apodo de “El Estrangulador de Tacuba” lo obtuvo del lugar donde comenzaron los asesinatos, en el famoso barrio de Tacuba en la Ciudad de México, en la calle Mar del Norte 20, pero no fue sino hasta el año de 1942, entre los meses de agosto y septiembre, cuando pasó del maltrato y asesinato de mascotas a poner las manos sobre seres humanos.
                  Concretamente el 15 de agosto de 1942, cuando llevó a su casa a una menor de edad dedicada a la prostitución, una jovencita de nombre Ángeles Gonzáles, popularmente conocida en los barrios bajos como “Bertha”, a quien luego de sostener relaciones sexuales con ella la estranguló con un cordón de sus zapatos y luego la enterró en su jardín.
                  Cabe mencionar que “Goyo”, al igual que los que se han iniciado en la senda del asesinato por placer, comenzó (en sus propias palabras) a sentir la necesidad de ver a su víctima exhalar su último aliento frente a su rostro.
                  Días más tarde contrató los servicios de dos prostitutas menores de edad, a quienes había elegido precisamente por la facilidad con las que podía deshacerse de ellas a causa de su situación vulnerable. Una de ellas, fue identificada como Raquel González, de 14 años de edad, aunque meses más tarde de la detención del asesino, se comprobó que no se trataba de ella pues por su propio pie se presentó ante las autoridades, aunque se desconoce la identidad del cuerpo que en edad y algunos rasgos, era idéntica a ella, lo que provocó un infarto a la hermana de Raque, quien murió al enterarse de la supuesta muerte de su hermana. Ambos cuerpos permanecen sin identificar.
                 
La tercera víctima fue una alumna de la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM, Graciela Arias Ávalos, de 21 años de edad, hija de un reconocido abogado de nombre Miguel Arias Córdoba, a quien “Goyo” se le confesó, pero ante la negativa cuando éste la fue a dejar a su casa en Tacubaya número 63, intentó besarla a la fuerza pero de nuevo fue rechazado aunque en esta ocasión la jovencita le propinó una terrible cachetada que sintió hasta lo más recóndito de su ego, lo que lo llevó a descargar  su ira contra el rostro de la jovencita, a quien molió literalmente a golpes hasta matarla con la manija de su auto.
                  No se sabe exactamente si la madre del homicida sabía o no de los actos de su hijo o si descubrió los rastros de sangre en su domicilio, pero la señora exigió a las autoridades que internaran a su hijo en el hospital psiquiátrico del doctor Oneto Barenque, ya que “había perdido completamente la razón”.
                  Como fue la última persona con la que se le vio a Graciela Arias, su padre solicitó la búsqueda inmediata que terminó en los pies de Cárdenas, a quien interrogaron en el hospital el ocho de septiembre, fue el subjefe del Servicio Secreto, Simón Estrada Iglesias, quien luego de varias horas recrudeció el interrogatorio, pues “Goyo” eludía las respuestas por comentarios sin sentido. En una de las preguntas, con los ojos desorbitados como un demente, le enseñó un pedazo de tiza o gis y le dijo: “Mira, son pastillas para volverse invisible”. Sin embargo, terminó por confesar su crimen, lo que llevó a las autoridades a registrar su domicilio, donde encontraron el panteón que tenía en su patio trasero.
Un pie sobresalía del patio de "Goyo".
                  De acuerdo a crónicas de la época, la policía en compañía de “Goyo” entraron a la casa y sin mucho esfuerzo lograron encontrar un pie en estado de putrefacción que logró conducirlos a los demás cuerpos. En su despacho hallaron un diario personal que decía del puño y letra del asesino: “El 2 de septiembre se consumó la muerte de ‘Gracielita’, Yo tengo la culpa de ello, yo la maté, he tenido que echarme la responsabilidad que me corresponde, así como la de las otras personas desconocidas para mí. Los oculté porque tenía consciencia de haber cometido un delito”.
                  El 13 de septiembre le fue dictado el auto de formal prisión, por lo que quedó recluído en el famoso Palacio Negro de Lecumberri, en el pabellón de enfermos mentales, puesto que se creyó que se trataba de un “loco” peligroso, sin embargo, por acción de sus abogados, fue trasladado al Manicomio General de “La Castañeda”, donde inexplicablemente se le dieron privilegios y comodidades como el asistir a clases de psiquiatría que ofrecían en el manicomio así como entrar a la biblioteca sin problemas o recibir visitas de sus familiares, sin embargo, se le permitía salir de vez en cuando al cine “con una amigas”.
                 
El 25 de diciembre de 1947 se “fugó” aunque tal parece que salió por su propio pie con rumbo a Oaxaca, aunque 20 días después fue reaprendido y alegó que no escapó sino que solamente “se fue de vacaciones”. Las autoridades decidieron regresarlo a Lecumberri el 22 de diciembre, donde cursó la carrera de Derecho y se convirtió en abogado, también dibujaba la historieta de la prisión donde ilustraba crímenes famosos e incluso, tuvo tiempo de escribir varios libros, entre ellos Celda 16, Pabellón de Locos, Una Mente Turbulenta y Adios Lecumberri, que más tarde le reportaron jugosas ganancias a su cuenta bancaria.
                  Los medios de la época dieron a conocer que “Goyo” era un hombre culto, pues escuchaba opera, tocaba el piano que su madre le regaló, leía poseía, dirigió una revista en prisión, pintaba cuadros además de que levantó una tienda dentro de la cárcel. De igual manera se casó y tuvo dos hijos a quienes mantenía con las ganancias del establecimiento de abarrotes.
                  “A mí me examinaron como 48 o 50 médicos… unos señalaron esquizofrénia, otros psicopatía, otros diferentes tipos de epilepsia, otros debilidad mental a nivel profundo, otros… paranoia… sí como no”, dijo.
Los cuerpos descompuestos al ser desenterrados.
                  Se sabe que para que las autoridades tuviesen problemas si llegaban a capturarlo,  logró inyectar los cuerpos con una sustancia química para deformar los restos y que las autoridades no pudiesen hacer nada para reconocerlos. Solo una de sus víctimas fue reconocida legalmente.
                  En 1976 el presidente de México, Luis Echeverría Álvarez, le otorgó el indulto luego de que la familia apelara a la cordura de “Goyo” quien era toda una celebridad e increíblemente se la otorgaron el 8 de septiembre de 1976 cuando abandonó la cárcel como un hombre libre.
                  Cabe mencionar que “Goyo” fue invitado por el entonces Secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia, a la Cámara de Diputados, donde desde la tribuna recibió un homenaje luego de hablar de su vida y su “rehabilitación”, a lo que los diputados de mayoría priista le aplaudieron por sus logros que calificaron como “un gran ejemplo para los mexicanos”.            
Más tarde inauguró una exposición de pinturas que le reportó jugosas ganancia.
Cuando el escritor Víctor Hugo Rascón Banda montó la obra teatral El estrangulador de Tacuba, protagonizada por Sergio Bustamante, Goyo asistió a los ensayos y desde las butacas ayudó al director a corregir algunos detalles. Sin embargo, terminó distanciándose, molesto por el tratamiento dado al caso, y demandó al director de la SOGEM por plagio, alegando que los derechos sobre la historia de sus crímenes le pertenecían a él. Goyo registró ante Derechos de Autor la narración de su caso. Sin embargo, tras un peritaje de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, perdió la demanda.
Años después, su vida se llevó al celuloide en el documental independiente Goyo, un macabro tributo exhibido en la Muestra Internacional de Cine, realizado por Ricardo Ham y Marco Jalpa, basado en una idea original de Verónica de la Luz, quien también lo produjo; José Estrada hizo una adaptación de su caso en la cinta El profeta Mimí; y el cineasta Alejandro Jodorowski filmó Santa Sangre, su espléndida y enfermiza película, inspirado en la biografía de Cárdenas. Además, el caso de Goyo se estudia desde hace décadas en Criminología y en la carrera de Derecho, en la UNAM.
Gregorio Cárdenas murió el 2 de agosto de 1999 y se convirtió de esa manera en el asesino serial más surrealista de la Historia. El pueblo le hizo canciones, hubo estampitas con su imagen, y fue idolatrado por la gente, que aún recuerda su nombre y obras.
"Goyo" presume sus fotografías.


lunes, 10 de septiembre de 2018

El “Jack el Destripador” mexicano

*Superó en asesinatos violentos al célebre asesino en serie británico. *Operaba del mismo modo que Jack en la Ciudad de México. *Jamás fue castigado y nunca mostró signos de arrepentimiento.



Por: Álex Cazarín


Francisco Guerrero Pérez..
Francisco Guerrero Pérez, alias “Antonio Prida”, “El Jack el Destripador mexicano”, “El Destripador del Río Consulado”, “Barba Azul”, “El Degollador”, “El Estrangulador” o “El Chalequero”, nacido en alguna parte del Bajío en el año de 1840, decimoprimer hijo de una familia de clase humilde, autoproclamado devoto de la Santísima Virgen de Guadalupe, fue el primero de los asesinos seriales reconocidos en México a la fecha.
El término “Asesinos Seriales” se le atribuye a Robert Ressler, un agente de la Oficina de Investigación Federal (FBI, por sus siglas en inglés) que usó dicha frase en su libro del mismo nombre, “Asesinos Seriales” en 1998, quien afirmó que el término lo asoció a un recuerdo de en su niñez, cuando solía ver una serie de aventuras por televisión que dejaba al espectador en vilo cada semana a la espera de un capítulo más espectacular; sensación puede encajar a la perfección con este tipo de criminales, quienes luego de algún hecho sanguinario quedan a la espera de noticias de sus “obras maestras” en los medios y siempre les queda el sabor en boca de que sus “acciones” no fueron tan perfectas como en sus más feroces fantasías, por lo que en la próxima esperan batir su propio record en busca de el crimen perfecto.
“Tras cada crimen, el asesino serial piensa en cosas que podría haber hecho para que el asesinato hubiera sido más satisfactorio”, publicó Ressler.
                  Sus brutales crímenes coincidieron con los del célebre asesino serial británico, Jack “El Destripador”, ambos llamaron la atención de los medios de comunicación de la época debido a su modus operandi, pulcritud a la hora de asesinar e incluso por la manera en la que ambos se desenvolvían con sus principales víctimas. Incluso, cuando los asesinatos de Jack, “El Destripador”, llegaron a oídos de los periodistas mexicanos en 1888, aparecieron titulares por todo el país como: “Hay un ‘Chalequero’ inglés”.

Por su parte, Jack, apodado “El Destripador”, fue un asesino al que se atribuyen cinco asesinatos confirmados en el barrio londinense de Whitechappel en 1888, cuyo modus operndi se caracterizaba por cortar la garganta a sus víctimas, cortes en el área genital y abdominal, extirpación de órganos y desfiguración de rostro de mujeres exclusivamente dedicadas a la prostitución.
                  La infancia de Guerrero Pérez, como la de todos los asesinos seriales, estuvo marcada por golpes y maltratos por parte de su madre, a quien le debía los principales traumas de su niñez; se sabe que no tuvo una figura paterna, por lo que tuvo que ingresar precozmente a la vida adulta al trabajar desde muy pequeño para ayudar en su hogar. De este modo, migró a la Ciudad de México a la edad de 22 años, en 1862, donde realizó diversos trabajos para poder subsistir, sin embargo, el más conocido de sus oficios y al que se dedicó hasta el fin de sus días, fue el de zapatero.
De acuerdo a crónicas de la época, como las de “El Libro Rojo”, una colección de cuatro libros que ofrece una compilación de crímenes y criminales famosos mexicanos editado por el Fondo de Cultura Económica, “El Chalequero” tuvo en su haber al menos 20 asesinatos de mujeres en la capital, pero se especula que podría haber más en su tierra natal debido a que se desconoce la fecha exacta en la que el hombre inició con su cadena de delitos, aunque la fecha oficial (no confirmada) es que empezó desde el año 1880 hasta su captura final en 1888.
Sin embargo, cabe mencionar que los peritos de la época en México, afirmaban que los asesinos psicópatas tendían a ser una mera involución de la raza humana, es decir, gente que provenía de familias en una especie de “retroceso” generacional donde cada camada de hijos nacía con características propias de los animales con todo e instintos, en cuya cima se encontraban estas personas que arrebatan la vida de manera sanguinaria sin remordimientos.
A Guerrero Pérez lo describían como un hombre sucio e indígena de aspecto casi simiesco, con características animales y una vida desorganizada a la que atribuían su deseo de sangre y viseras, nada más alejado de la realidad. Lo único acertado era en la descendencia indígena de Guerrero, sin embargo, su aspecto era un abismo de diferencia.
De acuerdo a reportajes de la época luego de su captura, el estrangulador de México era una persona distinta a la que los investigadores  buscaban, se trataba de un hombre que acostumbraba vestir de manera elegante, cuyo porte carismático lo hacía agradable ante la sociedad, en especial con las mujeres, quienes afirmaban que se trataba de todo un caballero pese a su condición social y grado académico, ya que Guerrero era un hombre bien educado e inteligente al que jamás le faltaba la compañía femenina.
Su manera de asesinar incluso da a entender que su coeficiente intelectual se encontraba por encima de la media ya que, contrario a lo que se decía de él (que tenía retraso mental), “El Chalequero” operaba de una manera organizada y siempre con astucia. No fue sino hasta el año de 1908, cuando reporteros influenciados por la imagen de Jack “El Destripador”, publicaron la verdadera imagen del asesino de la capital, un hombre delgado, de tez morena, estatura media, escrupulosamente arreglado a la manera occidental, con educación y porte refinado así como galante, al igual que aquellos ojos penetrantes que tantas veces aterraron a sus víctimas, solía vestir de manera estrafalaria aunque siempre conservaba la elegancia, usaba pantalones entallados de cahemira, fajas multicolores y en algunas ocasiones chalecos tipo charro.
Grabado de la época, de José Guadalupe Posada, que ilustra uno de los asesinatos cometidos por Guerrero.
Francisco Guerrero Pérez, tenía éxito a la hora de conquistar mujeres que, fuentes fiables así como testimonios de quienes lo conocieron afirman que contaba con su propio harem de mujeres a las que no se descarta, usó para ejercer la prostitución. Incluso hay quienes refieren que en la colonia Peralvillo, donde vivía, todos conocían los crímenes de Guerrero, quien en alguna ocasión alardeó de sus “logros” enfrente de sus mujeres a quienes veía como una mera herramienta para su propia satisfacción, sin embargo, se le llegó a escuchar alardear que era un fiel devoto de la Santísima Virgen de Guadalupe e incluso que en su niñez fue sacristán. “Era guapo, elegante, galán y pendenciero”, afirma un testimonio anónimo en 1888.
Cabe mencionar que el rasgo misógino altamente marcado en Guerrero Pérez no era un secreto ya que, quienes tuvieron contacto con él lo describieron como un hombre al que gustaba de someter a las mujeres a sus deseos sin importar de quién se tratase, lo que quedó demostrado al poner atención en cada uno de sus asesinatos reconocidos, donde el 99% de sus crímenes fue en contra de prostitutas a las que deshumanizó luego de abusar de ellas.
Psicólogos en la actualidad concuerdan que el asesino de Peralvillo poseía una personalidad psicopática, carecía de empatía, era bastante egocéntrico, sufría de ataques repentinos de ira, era manipulador y promiscuo, además de que vivía un estilo de vida “parasitario” pues se sabe que algunas de sus mujeres lo mantenían, además de que se cree era proxeneta, sin embargo esto último entra en conflicto ya que se sabe ejerció el oficio de zapatero hasta sus últimos días, aunque se notaba que su trastorno de personalidad y misoginia fue producto del rechazo materno que se inició en la infancia y degeneró en un complejo de Edipo no superado. Sin embargo, se sabe que sus características son propias de los asesinos seriales, sea cual sea la época y condición social de la que provengan.
Pese a que se sabe tuvo muchas amantes y mujeres a su servicio, “El Chalequero” vivió una vida marital ordenada con una mujer identificada como “María”, con la que procreó cuatro hijos reconocidos, sin embargo, se sabe que tuvo otros hijos fuera del matrimonio de los que poco o nada se sabe.
De los asesinatos vinculados a Guerrero se sabe que intentaba despojar a las mujeres de su feminidad y las deshumanizaba, puesto que cada uno de sus crímenes estuvo marcado con tintes sexuales degenerados que superaban el odio al sexo opuesto. Violaba a sus víctimas para demostrar su superioridad y ponía a las occisas bajo su pie hasta que el último aliento escapara de ellas. Se cree que todas sus víctimas fueron prostitutas, excepto la última de ellas de quien no se comprobó que ejerciera dicho oficio; sin embargo, las autoridades establecieron que no las mató por el hecho de ejercer la prostitución, sino porque representaban un sector más vulnerable de la población de las que podía disponer sin mucha dificultad.
“El Degollador del Río Consulado es un criminal nato… No hay datos suficientes que autoricen suponer que (…) El Chalequero haya cometido sus crímenes bajo la influencia irresistible de la perversión sexual (…) no los ha cometido bajo la influencia de una obsesión morbosa (…) los ha consumado por impulsos violentos conscientes (…) es, por lo tanto, un degenerado inmoral y violento…” escribió Carlos Roumagnac, uno de los primeros criminólogos mexicanos para la prensa.
Guerrero, al igual que el tristemente célebre asesino británico Jack, “El Destripador”, con quien compartió la misma época y años de su carrera delictiva, abordaba a sus víctimas bajo el pretexto de hacer uso de sus servicios, sin embargo, luego de hacer uso de las mujeres las amagaba y, como ya se encontraban en un lugar solitario, las asesinaba estrangulándolas o simplemente las degollaba para finalmente desaparecer los cuerpos.
Se sabe que para rebanarle el cuello a las infortunadas utilizaba un cuchillo de curtidor, también usado en el oficio de los zapateros, el cual consta de una punta curva bastante resistente con la que se puede cortar cuero con facilidad.
No fue sino hasta la penúltima víctima, que se supo de la identidad del violento asesino luego de que ésta fuera dada por muerta y más tarde hallada para contarles los hechos a las autoridades. Fue una prostituta llamada Lorenza Urrutia quien estuvo grave durante varias semanas pero logró reponerse para luego testificar en contra de Guerrero luego de que afirmó que tuvo dos encuentros con él, el primero cuando la abordó en las vías del tren y ella lo rechazó bajo el pretexto de que “tenía que ir a cobrar un dinero”, sin embargo, dos meses después ya no se lo pidió por las buenas y la condujo a un área despoblada donde la metió en una cueva y por dos días abuso brutalmente de ella y pudo escapar luego de que su captor se ausentó, presuntamente a comprar alcohol a una pulquería cercana.
El 13 de febrero de 1888 fue detenido por el detective Francisco Chávez, quien luego de la denuncia de varios vecinos entre los que se encontraban José Montoya, Eulalia González y una de sus víctimas, Lorenza Urrutia. Cabe mencionar que las denuncias fueron “tapadas” por el régimen del porfiriato, aunque Guerrero sí fue condenado, primero a la pena de muerte, luego por alguna razón el presidente Porfirio Díaz revocó la sentencia y le dieron 20 años de prisión en San Juan de Ulúa en Veracruz, aunque en 1904 recibió una carta de indulto por error y fue liberado para continuar sus fechorías.
Durante los años de 1904 a 1908 hubo un espacio oscuro del que se cree hubieron más víctimas de “El Chalequero”, sin embargo, fue hasta el 13 de junio de 1908 cuando Guerrero fue detenido por segunda ocasión por el asesinato de una mujer de la tercera edad, a la que no pudieron identificar plenamente, solo se sabe que su nombre era “Antonia”, a quien ejecutó a orillas del río Consulado, cuyo cuerpo fue hallado poco después del crimen.
Sin embargo, Guerrero cometió muchos errores que llevaron a su captura, alardeó de sus asesinatos en presencia de varios vecinos y en su última fechoría un niño presenció todo el crimen, se trataba de un pequeño pastor que llevaba al ganado para abrevar en el río, cuando notó los gritos de la mujer y corrió para ver qué sucedía, ahí lo presenció todo, desde la violación hasta el artero asesinato. De igual manera, dos hermanas lo vieron cuando se lavaba los brazos y la cara de la sangre de su última víctima, por lo que ellos tres fueron piezas claves para que las autoridades le pusieran tras las rejas sin mayor dilación.
Vista aérea de Lecumberri.
El “Estrangulador del Río” fue llevado a la conocida prisión de Lecumberri, donde se sentenció a la pena de muerte a sus ya 70 años de edad en el año de 1910, justo cuando inició la Revolución Mexicana, sin embargo, se sabe que Guerrero jamás admitió pena o culpa por los múltiples asesinatos a los que se le vincula.
Viejo, enfermo y sin culpa, el “Jack El Destripador Mexicano” comenzó a enfermar, algunas crónicas de la época afirman que se trató de tuberculosis, otros que su salud decayó a causa de una contusión craneoencefálica y algunos que simplemente  a causa de la edad, un día no pudo ponerse de pie y fue llevado moribundo al Hospital Juárez donde murió en santa paz.
Las víctimas de Guerrero se especulan en decenas, tal vez cientos si su mente atroz logró llevar a cabo otros asesinatos más, sin embargo, se conocen solo los nombres de nueve de ellas:
*Candelaria Mendoza.
*Francisca Rivero, alias “La Chichara”.
*María de Jesús González.
*Margarita, alias “La Burra Panda”.
*María Guadalupe Villagrán.
*Josefina Rodríguez.
*María Muñóz.
*Murcia Gallardo.
*Antonia, la última de sus víctimas.

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