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***El nueve de junio, Soledad Sánchez confesó el modus operandi con el que masacraba a los taxistas, pues solamente fue contra trabajadores del volante, aunque sospechan que detrás, también había civiles sin conexión a estos.**
Por.- Álex Cazarín
La violencia no tiene nada que ver con el género o la
condición social, pues está claro que cuando una persona decide que tiene que
defenderse lo hace, ya sea por instinto o por necesidad, pero siempre actuará
siempre y cuando sus fuerzas no le fallen.
Pero hay personas a las que la ciencia médica aún no alcanza
a entender, aquellos que no dudan en utilizar sus capacidades para poner fin a
la vida de alguien más, no por necesidad, no por instinto sino por simple gusto
y perversa diversión.
¿Qué lleva a una persona a poner las manos sobre otra y
arrebatarle la existencia con cruel saña? ¿Qué es lo que impulsa a quien, en
teoría, debería ser una madre de familia a liderar un grupo criminal y asesinar
por llenar su sed de sangre? ¿Hay razón para dejar a tu familia a la deriva con
tal de llenar el vacío del ego a niveles extremos?
Mujer, madre de familia, trabajadora y los que la
conocieron, afirman que se trató de una dama apegada a sus hijos, amorosa y
fiel para con ellos. Nacida en el año de 1970, en Nuevo León, en México,
Cristina Soledad Sánchez Esquivel, fue responsable de la muerte (confirmada) de
al menos cinco taxistas aunque podrían ser más.
Sus primeros años en este mundo fue la misma suerte que
comparten 52.4 millones de mexicanos en situación de pobreza, equivalente al
41.9% de la población total del país, de acuerdo a cifras del Consejo Nacional
de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) hasta finales del
año 2019.
Durante su niñez, fue víctima de abuso sexual en múltiples
ocasiones, lo que provocó que quedara embarazada a temprana edad, pues dio a
luz a su primera hija a los 16 años, a quien nombró María Guadalupe, además de
que procreó otros cinco hijos más (tres mujeres y dos varones), los cuales
apenas y rebasaban los 15 años cuando vieron a su madre ser llevada ante la
justicia.
Sin embargo, hay que puntualizar, que Sánchez Esquivel, fue
señalada como una madre amorosa y muy atenta para con sus hijos, una mujer que
siempre velaba por estar presente para ellos y darles lo que nunca le dieron a
ella en su niñez, cuentan las crónicas luego de su detención allá por 2010.
Sin lugar a dudas, la detención de esta “madre amorosa”
conmocionó a propios y a extraños, pues nadie creía que una mujer de su
complexión (morena, de estatura baja y algo regordeta) fuese señalada de
apuñalar y desaparecer los cuerpos de hombres que le doblaban en condiciones de
fuerza.
Como si se tratara de una novela de misterio, al ser
cuestionada por los oficiales, la asesina confesó haber asesinado y tirado los
cuerpos de sus víctimas en un pozo escondido en un lugar llamado “Cerro del
Fraile”, en el municipio de García, en Monterrey.
Cristina Soledad Sánchez Esquivel, "La Mata-Taxistas" |
El nombre de Cristina Soledad Sánchez comenzó a salir en los
titulares de la prensa norteña luego del día cinco de junio del 2010, cuando la
policía del municipio de García la detuvo cuando huía en un taxi robado al
haber una denuncia de por medio.
La mujer fue sometida a un interrogatorio donde confiesa
haber cometido por lo menos dos crímenes (por el momento) contra taxistas de la
zona, sin embargo, también se reveló que la mujer de 31 años de edad, era líder
de una banda que se dedicaba a la compra – venta de autos en el mercado negro,
entre otros delitos.
Señaló a las autoridades que sus cómplices también
cometieron asesinatos contra trabajadores del volante a quienes apuñalaron y
cuyos cuerpos eran arrojados en un pozo ubicado en las faldas del “Cerro del
Fraile”, pues no querían verse investigados, por lo que procedían a “silenciar”
para siempre a sus víctimas.
Mediante un intenso interrogatorio, “La Matataxistas”, como
fue apodada por las autoridades al ver los indicios, confesó la ubicación del
pozo así como las identidades de algunos de sus cómplices, entre los que había
menores de edad, por lo que elementos de Protección Civil de García se
movilizaron para inspeccionar el sitio señalado por la asesina y verificar si
lo que dijo en la “charla” con los detectives era cierto.
Para llegar al pozo donde “La Matataxistas” señaló haber
arrojado los cuerpos de los infortunados ruleteros, PC del estado tuvo que
seguir un camino desde García hasta el entronque con la avenida Lincoln hasta
Icamole, a unos cinco o seis kilómetros de terracería hasta un lugar conocido
como “La Venadita”, una ferretería, donde se encuentra una brecha en las faldas
del “Cerro del Fraile”.
Se trata de un camino de terracería y piedras sueltas que
hace casi imposible el libre tránsito de vehículos, pero que no impidieron el
acceso a los homicidas para desaparecer a quienes estorbaban su depravado
“trabajo” de compra-venta de vehículos robados.
A un par de kilómetros se encuentra el punto, que en
cuestión de horas se llena de policías, peritos de la Procuraduría de Nuevo
León y agentes que de inmediato acordonan los alrededores de la serranía, de lo
que acordaron por unanimidad llamar “El Pozo de la Muerte”.
El día siete de junio, PC del estado introdujo una cámara al
pozo, la cual fue atada por una cuerda y bajaron hasta el fondo de la
oscuridad, donde de inmediato registraron restos de cuero cabelludo y grasa
corporal. Luego de los trabajos correspondientes, los peritos informaron del
hallazgo de una fotografía, una niña que resultó ser nieta de un taxista que
hasta ese momento se encontraba como desaparecido desde hacía ya dos meses,
identificado como Abdiel Mendoza Hernández.
Ese mismo día, dos menores de edad fueron presentados ante
las autoridades de Justicia para Adolescentes como presuntos cómplices de la
mujer, quien para ese momento solo “cantaba” delante de la ley; los jovencitos
eran señalados de participar en el asesinato de los ruleteros, sin embargo,
ambos hasta esta fecha andan libres.
Sánchez Esquivel, al ser presentada a las autoridades. |
Para ese momento, la multi asesina reconoció mediante una
fotografía a otra de sus víctimas, un trabajador del volante desaparecido que
junto a otro más, afirmó a sangre fría, haberlos asesinado a ambos. Fue
entonces que la Policía Ministerial hizo “desfilar” ante ella más fotografías
de desaparecidos, pero solo a los ‘ruleteros’ reconocía como “clientes suyos”.
En este desfile del horror, la mujer también confesó la
muerte de un ex novio a quien identificó plenamente a uno como Martín Tovar
Zavala, de 39 años, quien era su amante y a otra víctima, de nombre Abel
Mendoza Hernández, de 68 años.
El nueve de junio, Soledad Sánchez confesó el modus operandi
con el que masacraba a los taxistas, pues solamente fue contra trabajadores del
volante, aunque sospechan que detrás, también había civiles sin conexión a
estos.
Dijo ante la Policía Ministerial de García haber arrojado
vivo a uno de ellos a la fosa, aunque para esto, lo había tasajeado en
repetidas ocasiones y al caer, la altura, el agua y las heridas habían
terminado el trabajo. De igual manera dijo que uno de los taxistas “se quedó
atorado y comenzó a gritar por auxilio”, pero sus compinches comenzaron a
arrojar piedras hasta que el silencio reinó en el lugar.
La detención de esta mujer se dio luego de intentó asaltar a
Manuel Neri Balderas, un ‘ruletero’ sexagenario de Saltillo, a quien pretendía asesinar
cortándole el cuello, tal como a los demás en su lista negra. Sin embargo, el
hombre logró escapar cuando forcejeaba con la mujer y sus cómplices.
Para fortuna de él, un conductor que pasaba por el lugar
logró ver la escena y de inmediato llamó
a la policía; relató a las autoridades que la tarde del 4 de junio,
observó que la asesina estaba en la acera del Periférico “Luis Echeverría
Álvarez”, frente a la central de autobuses de Saltillo, poco antes de las 16:00
horas.
La mujer traía en la mano un boleto de autobús, pero su cara
era de enojo; dijo haber visto cómo varios taxistas le pitaron pero no cedió
hasta que él hizo lo suyo, como si lo esperara.
— ¿Cuánto cobra a García, Nuevo León? Es que se fue mi
camión–, dijo enseñando un boleto.
—Quinientos pesos, si lleva equipaje cobro más-, respondió
el taxista.
Cristina Soledad abordó el auto, un Nissan Tsuru, con
colores oficiales, se sentó en la parte trasera y se distrajo por unos
momentos. El taxista indicó que esa tarde era particularmente calurosa,
sofocaba aún más cuando corría por la autopista a 130 kilómetros por hora,
donde solamente había silencio.
“Ella habló hasta entrar a García. Comentó que posiblemente
la esperarían unos familiares; después que si la llevaba a un lugar conocido
como Los Arcos de Icamole, ubicado en el kilómetro 12, cerca del poblado
Cerritos y del rancho El Lagartijo”, contó a las autoridades y luego a los
medios de comunicación locales.
—“Hasta aquí no entro, no meto el carro a terracería”—, dijo
Héctor Manuel al ver un camino de tierra del “Cerro del Fraile”, donde sólo
escuchaba el rugir de los transformadores de energía.
—“Nada más hasta la lomita, me están esperando. Ya para que
no se queje voy por el dinero, por ahí vivo”-, indicó la mujer.
Héctor Manuel no cedió y le respondió casi de inmediato:
“Aquí la espero”.
"Cerro del Fraile" en Nuevo León; foto, redes. |
Fue en ese momento que la mujer cambió su actitud, como si
una entidad extraña la poseyera, pues brincó hacia el lado izquierdo del auto,
con la mano derecha lanzó un navajazo y con la izquierda sujetó al taxista por
el cuello girando su rostro, su fuerza, a decir del agraviado, era descomunal.
Intentó reaccionar pero el cinturón de seguridad le impidió moverse. Ella
gritó: “Hasta aquí llegaste, hijo de tu chingada madre, tanto viniste chingando
que te va a cargar”.
“¿Ha escuchado usted
la puerta de una bisagra cuando rechina? Así se oyó mi cuello cuando me jaló”,
recordó el taxista al contarle a las autoridades, porque a causa del jalón el
lado izquierdo del cuerpo se le durmió.
La mujer bufaba del odio, rugía como una bestia y le dijo al
taxista: “Ahí viene mi comando ¿No viste que agarré el celular?”. De inmediato
ella le pidió que bajara despacio del autoo para no mancharlo de sangre. Héctor
Manuel apagó la marcha, dejó de sentir la opresión. Con sus manos tomó la
pierna dormida; bajó del carro. Ella estaba detrás, aleccionó: “¿Ves la lomita?
Vas a caminar derecho por el camino, papacito. Nada que agarras piedras o
corres”.
"Cerro del Fraile", en Nuevo León. Foto, redes. |
Sin embargo, en una oportunidad tomó todas las fuerzas que
le quedaban y corrió como si no hubiera un mañana, sin importar que la mujer o
sus cómplices abrieran fuego contra él. En su carrera tomó un leño picudo
dispuesto a herir a quien se cruzara en la carrera.
Finalmente, llegó al rancho “El Lagartijo”. No sabía si lo
que dijo la mujer era cierto, que su familia vivía en aquél sitio, así que pensó
que posiblemente se tratase de cómplices de Cristina, pero el alma le volvió al
cuerpo al observar a dos pequeños que salían de aquella casa.
Rolando Castañeda, encargado del lugar, salió en compañía de
su amigo Felipe Solís para ver de qué se trataba. Rolando, de 30 años de edad,
llevó al hombre que sangraba y pedía ayuda al Depósito, atendido por Heliodoro
Aguiñaga Lara, quien vende refrescos, cervezas y frituras.
Heliodoro ofreció un trapo porque la hemorragia de Héctor
Manuel había manchado el piso; él se negó pidiendo pronta ayuda telefónica a la
Policía Municipal de García, quienes tardaron aproximadamente 10 minutos en
llegar.
En su desesperación sangrante, Héctor Manuel dijo que
escuchó cuando su atacante encendió el motor del auto. Y que posiblemente podía
encontrar alguna identificación en el lugar de los hechos, a pocos metros de
ahí.
Rolando, Felipe, Heliodoro y Manuel fueron a buscar,
mientras Héctor Manuel interceptó a los oficiales de la Policía Municipal para
explicarles, en pocas palabras, que no necesitaba atención médica, sino
capturar a quien minutos antes lo había atacado.
“¿Crees en Dios? La libraste de milagro. Se está lamentando
de no haberte matado”, habría de confiar un policía investigador a Héctor
Manuel Nerio Balderas, mientras rendía su declaración en la Procuraduría
General de Justicia del estado de Nuevo León la madrugada del 5 de junio,
cansado y hambriento tras la batalla.
A esa hora los rotativos estaban cocinando la historia de
esa mujer robusta, morena y de 31 años que abordaba taxistas: apuñalaba o
disparaba en parajes de la carretera a Icamole para vender sus autos en 20 mil
pesos.
Héctor Manuel, de 60 años, originario de Charcas, San Luis
Potosí, dijo sentir que se le iba el aire cuando escuchó: “Usted acaba de
nacer. Ya confesó que mató a cuatro”. La mano y el cuello sangraban
moderadamente a causa de un navajazo.
“Tengo un mes y siete
días de nacido”, respiró hondo al momento de subir el primer pasaje desde aquel
ataque. El destino sería precisamente el lugar donde iba a ser su tumba.
"La Mata-Taxistas" y su cómplice. |
El 11 de junio, al ser capturado en Saltillo, un cómplice de
“La Matataxistas”, detalló la forma como mataban a sus víctimas, narró la
extrema violencia de la mujer, y aseguró que recibía 300 pesos por participar en
los asesinatos. Aarón Herrera Pérez, “El Azteca”, fue capturado cuando se
encontraba trabajando en una maderería en la capital del estado de Coahuila.
Tras realizar los trabajos de búsqueda en la fosa ubicada en
las faldas del Cerro del Fraile, en la comunidad conocida como La Venadita, los
elementos lograron extraer uno de los cuerpos que se encontraba a casi 272
metros de profundidad.
Cerca de las 18:00 horas del 14 de junio y después de
remover estas piedras que fue liberado el cuerpo de una persona masculina, la
cual vestía un pantalón de mezclilla y una camisa, sin que las autoridades
pudieran identificarla en ese momento, ya que se encontraba en estado de
descomposición con al menos tres semanas de haber fallecido.
Cristina Soledad Sánchez Esquivel, conocida como “La
Matataxistas”, fue condenada a 195 años y 11 meses de cárcel por un juez del
municipio de San Pedro Garza García, tras dos años de diligencias.
En 2010, Sánchez Esquivel, de 35 años, fue señalada como la
autora intelectual y material de cinco crímenes contra taxistas, a quienes
privaba de la vida para robarlos junto a varios de sus cómplices. Como Aarón
Herrera Pérez, «El Azteca», de 27 años, a quien se le impuso una pena de 152
años y 4 meses de cárcel.
Pero aun con la pena establecida, los dos delincuentes
pasarán sólo 60 años de cárcel porque es la pena máxima que la ley establece en
el Estado. Tras las investigaciones, se descubrió que cinco ecotaxistas fueron
tirados en un pozo de Agua y Drenaje en la zona de Icamole, a donde la mujer
guiaba a sus víctimas.
La jefa de la banda, es responsable de la muerte de cinco
taxistas, del robo con violencia, de violación a las leyes de inhumación y
exhumación, y agrupación delictuosa.
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