*Fue un asesino serial que mantuvo una ola
de brutalidad desde 1978 hasta 1990 cuando finalmente fue capturado por las
autoridades y puesto en custodia por los crímenes más horrendos perpetrados por
el hombre. *El agente del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas
en inglés), Robert Ressler, aseguró en su libro “Asesinos Seriales” que los
monstruos más brutales se esconden en los rostros más comunes incluso dentro de
nuestros círculos sociales.
Por: Álex Cazarín
Hombres y
mujeres comunes, con trabajos normales, vidas ordenadas e incluso con familias
saludables y hasta ejemplares. Las mentes criminales no son como lo expresa el
cine y la televisión, no son locos desquiciados que actúan por mero impulso,
los grandes maestros del asesinato son todo lo opuesto a lo que Hollywood
quiere venderle a la población. Los asesinos seriales a menudo se surgen de
personas normales que hoy día demuestran y demostraron una capacidad innata
para quitarle al prójimo de las maneras más viles y sádicas que horrorizaron a
los medios y la comunidad de su tiempo, muchos de ellos sin que la justicia
siquiera rozara uno de sus cabellos.
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Ese ser a quien admiras puede que no sea lo que pienses. |
El
agente del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés),
Robert Ressler, aseguró en su libro “Asesinos Seriales” que los monstruos más
brutales se esconden en los rostros más comunes incluso dentro de nuestros
círculos sociales. En la colonia, el vecino que te saluda todas las mañanas
cuando sales rumbo al trabajo; en la oficina, tu compañera que siempre te
saluda con un beso en la mejilla e incluso en la comodidad de tu hogar, tu
padre a quien siempre has visto como una figura de autoridad y un ejemplo a
seguir, aquél que provee con amor todo lo necesario por el bien de la familia.
Cualquiera.
Quien
sea, como el del profesor y padre devoto,
Andréi Chikatilo, nacido el 16 de octubre de 1936 en Yabluchne, Ucrania,
recordado por la historia como “El Carnicero de Rostov”, “El Caníbal Ruso”, “El
Destripador de Rostov” o “El Psicópata Rojo”.
Fue
un asesino serial que mantuvo una ola de brutalidad desde 1978 hasta 1990
cuando finalmente fue capturado por las autoridades y puesto en custodia por
los crímenes más horrendos perpetrados por el hombre. Se sabe que cometió
atroces asesinatos no solo en Rusia sino también en Ucrania y Uzbekistán,
cuando éstos lugares todavía pertenecían a la extinta Unión Soviética, se sabe
que asesinó y devoró oficialmente a 56 personas, entre niños y adolescentes,
mientras estuvo activo, sin embargo, como en estos casos, el número podría ser
mayor ante la falta de pruebas pese a las confesiones de este tipo de
personajes.
Infancia
en Ucrania
Chikatilo
fue un chico más o menos normal, criado al estilo de la vieja usanza en una
aldea llamada Yabuchne o Yablochnoye, donde sus padres, Roman y Anna Chikatilo,
mantenían relativamente estables a él y sus hermanos en una tierra azotada por
la hambruna y la guerra. Sin embargo, los cronistas de la época difieren si
éste tuvo un hermano llamado Stephan, quien presuntamente fue llevado por los
soldados Alemanes como prisionero aunque también se habla de que el supuesto
hermano fue descuartizado por los mismos elementos del Ejército y algunas otras
versiones difieren y le conciben un destino igual de cruel a manos de un
asesino de la época del que no se tiene registros.
Andréi
fue un niño introvertido al que tocó ver la parte más atroz de la guerra pero
también a menudo abusado por sus compañeros de la escuela quienes se burlaban
de él por su notable miopía la cual decía no padecer, aunque fue hasta los 30
años de edad que se dio por vencido y terminó por usar gafas para apoyar su
dificultad visual. Este tipo de problemas en su infancia dejó huellas que se
acentuaban más con el abuso físico y psicológico del que era objeto en sus días
de escuela. Un caso típico de abuso observado en la vida de estos personajes.
También
se sabe que el niño Andréi era tímido con las mujeres, un problema que podría
pasar como algo “normal” en cualquier chico o adolescente, sin embargo, hay
registros por boca de él mismo de que una vez llegó a su adolescencia, sufrió
la burla del género femenino al conocerse su impotencia sexual; un rumor que se
extendió a raíz de los comentarios indiscretos de una de sus novias quien
terminó por abandonarlo por sus ya marcados desórdenes mentales.
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Andréi en sus años de juventud. |
Durante
su paso por la universidad, Andréi postuló para el exámen de admisión a la carrera
de Derecho pero fue rechazado así que tras varios años logró conseguir
titularse en Ingeniería, Marxismo-Leninismo, Lengua y Literatura Rusa,
indudablemente se trataba de un hombre diligente e inteligente al que más tarde
se le abrieron las puertas en 1971 a la enseñanza cuando se graduó de maestro,
donde comenzaría a dar rienda suelta a sus más oscuras fantasías.
Cabe
mencionar que, pese a su afamada “disfunción” en el ámbito sexual, logró
comprometerse y formar una familia con Eudocia o Theodosia Odnachev, nacida en
el año de 1939, quien trabajó como directora de un jardín de niños y años más
tarde, la fama de su marido la obligaría a renunciar a su puesto debido a la
ola de críticas hacia su persona por culpa de su pareja.
En
palabras de su esposa y más tarde mediante la propia confesión del reo, Andréi
no era capaz de sostener una erección normal requerida para el acto sexual, sin
embargo, pese a este impedimento lograron engendrar hijos aunque el lastre que
arrastraba el hombre no solo lo hería a él sino que más tarde sería el
detonante de su vida criminal que arrastró a decenas de inocentes con él.
Eudocia
Chikatilo lo describió como un padre amoroso y ejemplar para sus hijos, como
marido pese a sus limitantes, resultó en un hombre capaz de mantener a su
familia e incluso jamás llegó a levantarle la mano a su compañera quien dijo
que en ocasiones se llegó a mostrar sumiso para con ella. Sin embargo, cabe
resaltar que este comportamiento a la larga, trajo serios problemas a la vida
marital de la pareja.
Lo
que su conyugue no sabía era que su pareja contenía al mismísimo infierno en su
mente, donde divagaba por horas al recordar los abusos que sufrió y una manera
de resarcir el daño hecho de una manera que lo reivindicara a él como un “hombre
completo”, lo que logró el 22 de diciembre del año 1978, cuando comenzó su
larga y brutal carrera delictiva.
Se desata el demonio de Rostov
Luego
de conocer las masacres del “Carnicero de Rostov”, sus propios ex alumnos
tildaron a Chikatilo de un maestro bastante pasivo con sus alumnos, quienes
poco a poco comenzaron a irrespetarlo y a demostrar su poca capacidad para
contenerlos en un área de confort donde pudiera enseñarles. Incluso se sabe que
en el colegio recordó sus años de abuso cuando sus propios educandos le ponían
apodos como “El Ganso”, por su cuello y brazos largos, por lo que terminó por
afectarle psicológicamente aún más en su ya dañada psique.
Sus
años como depredador sexual de menores inició cuando daba clases poco después
de graduarse en 1971, cuando de acuerdo a testimonios recabados por las
autoridades, se paseaba en los dormitorios de las menores con excusas poco
creíbles con tal de verlas en paños menores, quienes además, le sorprendían
cuando a menudo se masturbaba “en secreto” mientras se encontraba en presencia
de las menores desde la bolsa de su pantalón.
Chikatilo
era un pedófilo al que atraían menores de 12 años de edad, a quienes varias
veces acosaba aprovechándose de su posición de poder como docente, sin embargo,
pocas denuncias de acoso sexual bastaron para hacerlo perder su trabajo y
alejarlo de decenas de víctimas en potencia. Pero no se detuvo ahí.
La
primera víctima
En
diciembre de 1978, luego de varias décadas de fantasear con menores y sobre
todo, probar su posición de poder cuando logró ingresar al mundo de la
enseñanza, le impulsaron a un punto en el que tenía que poner a prueba sus más
depravados fetiches a como diera lugar. Era una época fría, Andréi ya pasaba de
los 42 años de edad, cuando a lo lejos
divisó la silueta de una menor de nombre Yelena Zakotnova, de tan solo nueve
años, a quien por varios minutos siguió en trance por la calle, imaginando cómo
sería cometer aquél crimen que tanto anhelaba en su mentalidad retorcida, pero
no se atrevía, él no era así… en la vida real, solo en sus fantasías, pero sus
instintos y su falta de voluntad lo sometieron y finalmente la desesperación
pudo más.
Solo bastaron
unas cuantas palabras dulces para lograr que la menor le perdiera el miedo y
lograra acompañarlo a un lugar donde “le enseñaría algo divertido”. Sus años
como maestro y padre le habían otorgado la habilidad para entablar
conversaciones interesantes con niños, le habían otorgado las herramientas que
tanto necesitaba. El poder.
El
hombre cargó con la niña hasta una vieja cabaña desolada en medio del bosque
donde logró someterla luego de un violento forcejeo por parte de la inocente
criatura que luchó para que Chikatilo no le quitara sus ropas, sin embargo, en
uno de tantos “tira y afloja”, éste recibió un ligero rasguño en la mejilla que
dolió y dejó salir un breve rastro de sangre… y le gustó.
De
acuerdo a psicólogos de la época, esta situación que confesaría ante las mismas
autoridades, se debe a que el sujeto experimentó la excitación del dolor, que
en cuestión de segundos le hicieron alcanzar una erección completa como nunca
la había visto a lo largo de su vida. Finalmente comenzaba a darse forma el
demonio sediento de sangre humana, sangre de niños inocentes.
La
menor fue sometida y una vez Andréi obtuvo la clave de su éxito, intentó
penetrarla, sin embargo, al no poder llevar a cabo su perversa tarea, hiló el
dolor con su excitación y utilizó un cuchillo como remplazo de su miembro viril
y lo clavó en los genitales así como en el estómago de la niña en repetidas
ocasiones y bebía con ansias cada grito agónico que dejaba escapar el pequeño
cuerpecito delante de él. El Monstruo Ruso formó un retorcido vínculo entre la
sangre y el sexo cuando notó que cada puñalada lo acercaba más al orgasmo.
El
cuerpo de la menor no fue encontrado sino hasta dos días después en las
márgenes del río Grushkova, donde las autoridades y medios de comunicación no
daban crédito de la brutal escena, pues además, pudieron notar que en la escena
del crimen no hallaron los ojos de la niña. Poco después de su detención,
Chikatilo confesó que creía que la última imagen que ven las víctimas quedan
impresas en los ojos, razón por la que a todos los que cayeron en sus manos les
vaciaba las cuencas antes de morir, lo que más tarde sería su marca personal
para anunciar sus crímenes a la sociedad
Nadie
sospechó de un maestro un tanto incompetente aparentemente normal, buen padre
de familia y un sumiso marido, por lo que terminaron por inculpar a un conocido
criminal local de nombre Aleksandr Krávchenko. Chikatilo seguía libre.
En
el transcurso de esos años, Andréi fue despedido de su trabajo debido a los
reiterados reportes de acoso sexual por parte de las alumnas del colegio al
cual prestaba sus servicios, por lo que no tuvieron que pensarlo mucho para
darle luz verde a su despido. Pero la suerte del asesino de Rostov no terminaba
ahí, pues consiguió empleo para una empresa donde en 1981 se convirtió en
funcionario de abastecimiento para una fábrica, así que su trabajo le exigía
moverse por varias ciudades y esto lo convirtió en un factor decisivo a la hora
de escoger a sus posibles víctimas. Ahora tenía la fachada perfecta, un
empleado que se mueve de una ciudad a otra del que nadie esperaría se trataba
de un criminal sádico.
Dos
años después del brutal crimen de la menor, Andréi en uno de sus viajes logró
contactar con una chica de tan solo 17 años de edad, de nombre Larisa
Travchenko, a quien contrató para saciar sus instintos primarios, sin embargo,
al no poder completar el acto sexual y presentar complicaciones debido a su
viejo trauma, la chica se burló de él. Fatal error.
Chikatilo
recordó las risas burlonas del colegio, el maltrato al que era sometido
presuntamente por su propia madre y el abuso psicológico al que fue sometido
por parte de las chicas que tuvieron la oportunidad de cruzarse en su camino en
la adolescencia. Fue ahí cuando tomó de los cabellos a Travchenko y la golpeó
hasta el cansancio con toda la furia de sus puños, perdió el control de sí y la
estranguló hasta que ya no quedaba un atisbo de aliento vital en ella.
El
Carnicero sintió de nuevo el éxtasis del crimen, el olor de la sangre y el
pálido de la piel cuando el último rastro de vida escapó de su víctima. En su
testimonio confesó que, una vez asesinada Larisa, eyaculó sobre ella y que con
“una ramita” le untó semen en sus partes íntimas ya que no quería que “nadie se
diera cuenta de que no pudo terminar el acto sexual”. Sin embargo, su sed de
sangre era tanta, que en el frenesí de la adrenalina en su cuerpo, decidió mordisquear
el cuello de la occisa y rebanarle los pechos para luego, en sus propias
palabras, “comerse los pezones”. Chikatilo estaba extasiado, danzó y cantó
alrededor del cuerpo inerte y se deleitó en la sanguinaria escena que él mismo
había creado.
Luego
de cometer su segundo crimen, Andréi estaba seguro de que volvería a matar, se
dio cuenta que no bastaban simples y aburridas intenciones sexuales para matar,
sabía que para poder disfrutar de nuevo de esa sensación, debía someter a sus
víctimas a la más sádica de las torturas. Sabía que le había encantado matar
por el simple placer de ver morir.
Ese
mismo año perpetró otros cuatro crímenes además del de Lyuba Biryuk, quien fue
hallada con la seña particular del sanguinario asesino, sus cuencas vacías. Byuk
fue hallada con al menos 40 puñadas en un bosque. Sin embargo, se sabe que
entre las otras tres víctimas se hallaba un cambio drástico para este sujeto,
quien arrebató la vida de un niño de nueve años de edad, de nombre Oleg Podzhiváev
a quien sometió a las mismas torturas que también dio a probar a otros nocentes
que murieron en sus manos.
Sin
freno
Para
el año de 1984, el número de asesinatos sin resolver ascendía a 15 brutales
masacres perpetrados del mismo autor, ya que había indicios para creer que se
trataba de la misma persona por los reiterados crímenes con el mismo modus
operandi. Aunque cabe mencionar, los métodos del Carnicero de Rostov se volvían
más oscuros ya que se empezaron a encontrar cuerpos de menores y adolescentes
fragmentados y a menudo con visibles huellas de canibalismo. Las alarmas se
encendieron en los medios locales.
La
policía comenzó a notar en el transcurso de los años que los menores de edad
siempre eran encontrados con mutilaciones en el área pectoral donde arrancaba
los pezones a mordidas de las jovencitas o varones que se cruzaban en su
camino. Aunque hay que aclarar que en más de una ocasión los mismos médicos
llegaron a pensar que se trataba de un colega quien cometía tales crímenes ante
los cortes perfectos que hacía cuando el instinto animal lo tomara poseso.
Andréi estudió a fondo la anatomía humana para ser más efectivo a la hora de
degustar otro crimen casi perfecto, tal como lo hizo el mítico asesino serial,
Jack “El Destripador”, en Londres.
De
igual manera se dio a conocer que éste sujeto incluso arrancaba la matriz de
las jovencitas a las que atacaba y se llegó a especular que muchas de las
mutilaciones que realizó, las hacía mientras la víctima se encontraba
consciente e inmóvil, muchas veces ingirió estos órganos ante el rostro de los
infelices que cayeron en sus fauces.
Indicios
Cabe
mencionar que el asesino llegó a experimentar impotencia física y mental
mientras saciaba sus retorcidos instintos y de esto dejó huella, ya que cuando
se sabía cerca del orgasmo, molía a golpes a sus víctimas en una especie de
“expiación” propia de su pecado por ser un eyaculador precoz, por lo que para
dejar constancia a la autoridades de que había logrado copular con los occisos,
embarraba semen en los maltrechos órganos sexuales de los muertos como una
manera de dejar en claro que él podía tener sexo como una persona normal.
Todo
este espectáculo macabro se llevó a cabo en la secrecía indirecta que le
ofreció la Unión Soviética al asesino, pues en aquellos años el gobierno
controlaba los medios de comunicación y muy pocas veces se llegó a escuchar de
los crímenes del “Monstruo Ruso”, lo que contribuyó a mantener una relativa paz
que ayudó a que Chikatilo viera una zona de cacería sin interrupciones
auspiciada por las mismas autoridades.
No
fue sino hasta la víctima número 30 que los medios por fin empezaron a seguir
la pista de un presunto asesino serial que hasta ese momento se mantenía en el
anonimato, por lo que el gobierno apuró más la cacería y detuvo a muchos
inocentes a quienes querían inculpar de los atroces crímenes. Sin embargo, cabe
mencionar que en una ocasión se detuvo a Chikatilo el 14 de septiembre de 1984
ya que encajaba en el primitivo perfil que armó el instituto Serbsky, pero no
fue hallado culpable ante la ineficacia de las autoridades para sostener
pruebas en su contra, por lo que se vieron en la necesidad de dejarlo en
libertad.
No
podían señalarlo de nada, era un padre de familia relativamente normal, un
hombre trabajador y un buen miembro de la comunidad que a primera vista sería
incapaz siquiera de robar un dulce en una tienda. No, no podía ser él.
Incluso,
como el número de niños asesinados comenzó a incrementarse, los rojos
comenzaron a sospechar de la comunidad gay de por sí ya perseguida por el
régimen en la URSS, pero tampoco lograron obtener nada luego del interrogatorio
al que sometieron a más de 150 mil personas, ya que los crímenes seguían y ya
era imposible ocultarlo a la población.
Ante
la presión ejercida por los medios de comunicación y la sociedad en general,
los especialistas apretaron más el paso en cuanto a la investigación del
“Caníbal de Rostov”, pero fue hasta la llegada del forense especialista,
Alexandr Bukhanovsky, que se logró establecer un perfil más acorde a la
personalidad del hombre más buscado de Rusia ya que los anteriores perfiles
definían casi a cualquier persona en las calles, además de sostener que el
hombre era de sangre del grupo AB y eso, porque lo supieron al recabar muestras
de semen del asesino en las escenas del crimen.
Bukhanovsky
se salió del protocolo establecido e investigó a fondo el pensamiento y
detalles que observaba en el asesino en cada crimen y semanas más tarde,
entregó al forense un informe de siete cuartillas que contenían una descripción
más detallada del sujeto:
*Hombre
de entre 25 a 50 años de edad.
*Estatura
media de 1.75 metros.
*Con
una clara disfunción sexual atribuida a que el asesino se ensañaba con su presa
y descargaba su frustración y excitación mediante otros métodos además de la
penetración.
*Impulsivo.
*Sin
padecimientos psicológicos marcados como retraso mental o esquizofrenia.
*Organizado.
*Estratega.
*Reservado
e incluso tímido para su edad.
*Con
un alto coeficiente intelectual.
Pese
a que los datos no representaban un avance como para reportar la captura del
asesino a corto plazo, ayudó a los medios de comunicación a rastrear a
individuos con estas características y disminuyeron el área de búsqueda.
En
octubre de 1990, concretamente el día 17, Andréi Chikatilo volvió a matar pero
ya nada era igual, la difusión mediática hizo imposible que la comunidad no
estuviera al pendiente de los pasos del “Caníbal de Rostov”, por lo que una
fuerza de élite se vio envuelta en las investigaciones así como toda la policía
local de la estación de Donlesjoz, donde cometió otro crimen más.
Dos
semanas después, Chikatilo volvió a matar y esto trajo consigo la llegada de
más de seiscientos detectives que se avocaron en la búsqueda desde todos los
rincones de la Unión Soviética ya que el tema atraería las miradas
internacionales a la incompetencia por parte de la justicia rusa ante el mundo.
El
sargento Igor Rybakov, uno de los tantos oficiales enviados para la búsqueda y
captura del “Carnicero Ruso” tuvo la suerte de observar a lo lejos el seis de
noviembre de 1990 a un sujeto de corbata y traje que salía de un bosque en el
área establecida como la “zona de caza del criminal” y decidió seguirlo hasta
una fuente, donde lavó sus manos y rostro de los rastros de sangre, además de
observar heridas en una de sus manos que permanecía vendada.
La
oportunidad era imperdible, Rybakov llamó la atención del hombre y le pidió sus
documentos de identificación sin levantar sospechas de que había visto su
acción minutos antes, de esta manera solo le dijo que era una especia de
revisión de rutina en la que logró conseguir los datos personales del
sospechoso sin darle la oportunidad de fugarse antes de conseguir una orden de
arresto.
Cinco
días después logaron hallar un cuerpo cerca del mismo lugar donde el sargento
divisó al sujeto sospechoso, no cabía dudas de que era el asesino que tanto
buscaban. Con las pruebas en la mano, el fiscal general de la provincia de
Rostov logró emitir una orden de arresto contra Andréi Chikatilo, efectiva el
20 de noviembre de 1990 y ejecutada por elementos de la KGB, quienes detuvieron
al presunto homicida acusado de la muerte de al menos 36 personas, todas
mujeres y niños.
En
los interrogatorios de las autoridades, Andréi se lamentaba por la “mala”
acción ejercida contra un ciudadano inocente, pues según él, no había cometido
ningún crimen como lo acusaban. Cabe mencionar que en los análisis que se le
realizaron a la sangre del detenido, se logró establecer que Chikatilo era
positivo en su esperma como parte del grupo sanguíneo AB, sin embargo, en
análisis de sangre esto no era así.
Sin
embargo, los métodos interrogatorios de la legendaria KGB distaban mucho de ser
amables con sus prisioneros y unos días después, Chikatilo estaba dispuesto a
confesar siempre y cuando se detuviera el maltrato físico al que era sometido.
Ante
un psicólogo confesó 53 asesinatos y posteriormente a los interrogatorios, guió
a los investigadores a los lugares donde llevó a cabo sus fechorías, días
después entregó una confesión firmada que más tarde vio la luz ante los medios
hasta décadas después que a la letra dice:
“Fui
detenido el 20 de noviembre del 1990 y he permanecido bajo custodia desde
entonces. Quiero confesar mis sentimientos con sinceridad. Me hallo en un
estado de profunda depresión y reconozco que tengo impulsos sexuales
perturbados, por eso he cometido ciertos actos.
Anteriormente
busqué ayuda psiquiátrica debido a mis constantes dolores de cabeza, por la
pérdida de memoria, insomnio y trastornos sexuales. Pero los tratamientos que
me aplicaron o que puse en práctica no dieron resultado.
Tengo
esposa y dos hijos, pero sufro de debilidad sexual: impotencia. La gente se
reía de mí porque no podía recordar nada. No me daba cuenta de que me tocaba
los genitales a menudo y solo me lo dijeron más tarde. Me siento humillado.
La
gente se burla de mí en el trabajo y en otras situaciones. Me he sentido
degradado desde mi infancia y siempre he sufrido. En mi época escolar estaba
hinchado a causa del hambre e iba vestido con harapos. Todo el mundo se metía
conmigo.
En
la escuela estudiaba con tanta intensidad que a veces perdía la consciencia y
me desmayaba. Soy un graduado universitario. Quería demostrar mi valía en el
trabajo y me entregué a él por completo. La gente me valoraba, pero se
aprovechaba de mi carácter débil. Ahora que soy mayor, el aspecto sexual no
tiene tanta importancia para mí, mis problemas son todos mentales.
En
los actos sexuales perversos experimentaba siempre una especie de furor, una
sensación de no tener freno. No podía controlar mis actos. Desde la niñez me he
sentido insuficiente como hombre y como persona. Lo que me hice no fue por el
placer sexual, sino porque me proporcionaba paz mental y espiritual durante largos
periodos. Sobre todo después de contemplar los videos de actos sexuales
perversos, crueldades y horrores”, escribió a las autoridades.
De
este fragmento de la larga confesión, las autoridades dedujeron que lo que
Chikatilo quería era alegar problemas mentales y así, evitar la cárcel o la
pena capital a como diera lugar, de tal manera que los psiquiatras del
instituto Serbsky decidieron diagnosticarlo como un sujeto “legalmente cuerdo”,
ya que sus actos estaban fríamente calculados, jamás sufrió algún trastorno que
le impidiera saber que los brutales actos que cometió iban contra toda
naturaleza humana, nunca tuvo el impedimento de detenerse ante la mirada de
horror de aquellos niños agonizantes que pasaron sus últimos momentos en manos
del mismísimo demonio en la tierra.
Fue
hasta el año 1991, en octubre, cuando al “Demonio de Rostov” lo diagnosticaron
y hasta el año siguiente se alargó su juicio, donde a últimas fechas se mostró
pulcramente afeitado, rapado y con aquella camisa blanca, roja y negra que
tanto le gustaba estampada con los aros olímpicos. Triunfante, como si fuese a
recibir alguna medalla por sus actos inhumanos.
En
uno de las presentaciones de Andréi a la sala de juicio hizo escándalo al
demostrar el mínimo arrepentimiento frente a los familiares de las víctimas a
quienes les mostró el pene flácido acompañado de: “Fíjense que inutilidad, ¿qué
pensaban que podía hacer con esto?”.
Finalmente,
“El Canibal de Rostov” fue sentenciado a la pena capital el 15 de octubre de
1992, pero todavía pasó dos años más en prisión, donde acumuló fans y
seguidores luego de darse a conocer sus atroces crímenes tal como Charles
Manson en su tiempo en los Estados Unidos décadas atrás. Chikatilo fue
ejecutado en una prisión de Moscú entre el 14 y 16 de febrero de 1994 de un
disparo en la nuca, de rodillas y prácticamente en paz, no como aquellos a
quienes sometió al dolor de los mil infiernos con tal de saciar su retorcido
apetito.