martes, 25 de septiembre de 2018

Jack Henry Abbot, “El Escritor Asesino”

*Hay quien dice que “de la genialidad a la locura hay un breve paso…”, otros alegan que para cometer un crimen no se necesita una gran inteligencia, solo la vocación para ejercer el crimen.


 



 Por: Álex Cazarín

Hay quien dice que “de la genialidad a la locura hay un breve paso…”, otros alegan que para cometer un crimen no se necesita una gran inteligencia, solo la vocación para ejercer el crimen. Sin embargo, quienes logran escurrirse de los largos brazos de la ley casi siempre resultaron ser personas de una sobrada inteligencia, hombres y mujeres que lograron perfeccionar su manera de matar, quienes llevaron el asesinato más allá y con suma cautela, trazaron un camino de horror al que en un mundo retorcido como éste, podríamos llamar “arte”.
Jack Henry Abbot.
Jack Henry Habbot, nacido el 21 de enero de 1944 en Michigan, Estados Unidos, fue un hombre que podría catalogarse como “un intelectual”, sin embargo, como dijo el escritor, Norman Mailer, quien más tarde sería responsable indirecto de la muerte de un hombre por manos de Henry: “La vida de Abbot es trágica de cabo a rabo”.
                  Pese a que fue el hijo de una prostituta de nacionalidad china y de un padre irlandés que jamás se hizo cargo de él, fue una persona bastante reservada para quienes alguna vez lo tuvieron cerca, sin embargo, a menudo se le retrataba como un sujeto de carácter explosivo, dado a la ira a la mínima provocación. Esta actitud lo llevó a pisar los reformatorios a edad temprana por delitos menores entre los que se incluye el robo y los asaltos como una manera de “salir a delante”.
                  Diversos medios de comunicación coinciden en que Abbot pasó gran parte de su vida en prisión, podría decirse que desde antes de cumplir la mayoría de edad se la pasaba de gira por los reformatorios estatales por reincidencias y causas que lo llevaron a estar en la mira de las autoridades, aunque cabe mencionar que, pese a estar encerrado gustaba de la lectura y como no, estaba al tanto de cualquier noticia en los periódicos desde la cárcel.
                  No se sabe a ciencia cierta cómo es que llegó a cultivarse si gran parte de su vida se la pasó de crimen en crimen y de celda en celda, aunque se barajea la posibilidad de que Henry tuviese el tiempo para cultivarse a través de sus horas y horas de lectura en aquellos programas penitenciarios donde permiten a los reos leer de vez en cuando para no perder la cordura en detrás de los barrotes.
                  Fue a finales de la década de los 70´s cuando purgaba una condena que comenzó con el uso de cheques falsos y terminó por añadírsele el asesinato de otro preso, que en sus propias palabras y dentro de su mente retorcida creía “debía ser asesinado” , cuando escuchó que el célebre novelista norteamericano, Norman Mailer, preparaba su próximo Best Seller sobre Gary Gilmore, un sentenciado a muerte que por el momento era la musa del escritor, cosa que ofendió a Abbot, al punto de escribirle una carta de mil sobre el por qué no lograría su objetivo si Mailer nunca había pisado la cárcel.
                  “(…) ¿Quieres saber cómo cometer un asesinato? Así se hace:
                  Los dos están solos en su celda. Tú conseguiste un cuchillo con doble filo y lo tienes contra una de tus piernas para que él no lo vea. El enemigo está sonriendo y charlando sobre algo contigo. Él piensa que eres un tonto y se confía. Entonces ves el blanco: un punto alrededor del tercer botón de su camisa. Mientras hablan y sonríen con tranquilidad, mueves tu pie izquierdo hasta cruzarlo delante y “el mundo se da vuelta”. Acabas de hundirle el cuchillo en medio del pecho”.
                  Con cartas como esta, Jack Henry Abbot logró llamar la atención del novelista, quien quedó fascinado por la narrativa del extraño reo al que llegó a tildar como “uno de los escritores más prometedores del siglo”, aunque su educación fuese dudosa con el largo historial delictivo y lo poco que había disfrutado de la libertad.
                  Mailer recibió más de mil cartas, todas con descripciones graficas del horror que se experimenta en la mente de un asesino sin escrúpulos que no siente el mínimo respeto por la vida ajena, por lo que el novelista decidió que esa mente tan brillante no debería desperdiciarse en una sucia celda así que decidió que él abogaría por Abbot para que tarde o temprano recuperara su libertad.
                  La idea de Mailer fue recopilar las cartas que llevó ante diversas editoriales a fin de presentar un libro jamás antes visto sobre el verdadero horror, contado desde la pluma de un verdadero asesino. Fue hasta que Random House les tendió la mano cuando formalmente Henry Abbot se convirtió en un escritor hecho y derecho con su primer libro auspiciado bajo la bondad y prestigio de Mailer, titulado “En el vientre de la bestia”.
                  El libro fue descrito por el The New York Times como una obra de arte en su tiempo al lograr la fama que alcanzó en pocas semanas cuando se volvió una tendencia entre los lectores, por lo que decidieron convertirlo en una suplemento del prestigiado periódico que sería presentado en ediciones posteriores.
                  Por su parte, el crítico Terrence Des Pres escribió: “Imponente, brillante y perversamente genial; su impacto es indeleble y como reconstrucción de la pesadilla penal obligatoria”. El libro fácilmente alcanzó sus primeros 15 mil dólares en pocos días, recurso que Mailer presentó a Abbot y ambos planearon pagar a los mejores abogados de los Estados Unidos para que el brillante y nuevo escritor recuperara la libertad.
                  A través de una campaña pública y los cientos de fans que abogaban por el autor, la corte decidió entregarle su libertad antes de tiempo con la condición de que consiguiera un empleo, requisito rápidamente cubierto por Mailer, quien le dio trabajo como investigador con un sueldo de 150 dólares semanales.
                  Fue así como en 1981, dos años después de conocer a Mailer, que Jack Henry Abbot logró recuperar la libertad a sus 37 años de edad, luego de haber pasado años tras las rejas y ahora no solo era libre, sino que también fue invitado por la poderosa ABC para su inmortal programa “Buenos Días América”, donde se le realizó una larga entrevista que no sería la última, pues el antes convicto ahora se codeaba con la crema y nata del mundo de la literatura y la farándula al convivir con los más populares de su tiempo así como a las entrevistas que le realizaron para reconocer su “genio”, incluso la revista People publicó un artículo completo sobre él.
                  Pero la mente del célebre escritor, pese a lo que todos llamaban “genialidad”, se retorcía por dentro al encontrarse rodeado por gente común y corriente. Nunca nadie se había interesado por él, ¿ahora le resultaba agradable e interesante a los demás por externar sus horripilantes crímenes? Hipocresía, le llamó.
                  La libertad de Abbot no duró mucho, luego de una cena con un par de admiradoras en el reconocido restorán East Village de Nueva York, resultó en la gota que derramó el vaso. La fama efímera no bastaba, la compañía hipócrita no satisfacía ninguno de sus ferales sentimientos, no.
                  Esa noche de agradable velada era una más del montón de elogios sin sentidos que le llevaron a replantear su rumbo como muchas veces lo hizo dentro de las celdas hasta que tuvo que ir al baño. De aquí para allá se movía un camarero de 22 años de edad, de nombre Richard Addan, un joven aspirante a actor que luchaba por sus sueños en la gran manzana con trabajo y sueños que le impulsaban a levantarse cada mañana hasta su trabajo en el restorán donde a lo lejos vio cómo uno de los comensales levantaba la mano y amablemente le pedía que le indicara dónde se encontraba el baño, pero él se negó, solo era para uso exclusivo del personal.
                  Esto no le agradó a Abbot, todo lo que no le agradaba encontró un punto de desfogue a través de un pequeño punto que filtró esa noche, en aquél mesero de 22 años a quien asestó una puñalada con todas las fuerzas que le permitieron sus brazos. Le partió el alma y decidió huir del lugar pero más tarde fue atrapado por las autoridades.
                 
Asesinato del mozo del restauran.
Ya de por sí había un debate sobre lo fácil que la justicia había entregado la libertad condicional a Jack pero ahora todo quedaba claro para el jurado y la sociedad, quien de inmediato señaló al novelista  durante el juicio por asesinato donde se le recriminó sus palabras durante la audiencia de libertad condicional donde afirmó: “Tiene todas las características de los escritores más importantes y poderosos”. Sin embargo, ese escritor poderoso ahora se encontraba en el banquillo de los acusados tras haberle partido el corazón literalmente a un joven con ansias de vivir sus sueños y que ahora yacía tres metros bajo tierra.
                  Mailer por su parte, dijo sentir una “enorme responsabilidad” por sus actos, pues creyó que darle una oportunidad a un hombre de aquél genio era su deber, sin embargo, ahora otro hombre había sido asesinado y prácticamente era su culpa, pues de no haber abogado por Abbot, Richard Addan seguiría con vida.
                  La sociedad no olvidó lo sucedido y a menudo se le señalaba que Abbot le había segado e incluso que lo había manipulado (característica de los asesinos seriales) para que lograra sacarlo de la cárcel.
                  Sin embargo, hay que aclarar, Jack jamás dijo lo contrario.
                  Entre las muchas entrevistas realizadas incluso comentó: “Mi vida no es una saga y me ofende que utilicen ese término de ese modo… No me siento un héroe”. Dejó en claro que él jamás aspiró a la bondad que otros tienen de manera innata desde su nacimiento; Jack no era así, él no fingió otra cosa y si trató, quedó claro que su naturaleza era otra.

                 
Abbot fue condenado a 15 años de prisión más los que se le acumularon por los delitos pasados que todavía purgaba antes de que Mailer metiera las manos al fuego por él, incluso fue enviado a la prisión de máxima seguridad de Alden en Nueva York, desde donde escribió su siguiente obra que tituló: “Mi retorno”, donde describía el crimen contra el mesero.
                  La corte en 1990, naturalmente le prohibió cobrar regalías por el libro donde alegremente describía qué lo llevó a arrebatarle la vida a un inocente, sin embargo, se le ordenó indemnizar a la familia del occiso con una suma de siete millones, 570 mil dólares a la viuda de Addan.
                  En agosto del 2001, Jack Abbot, pidió su libertad condicional de nuevo pero le fue negada aunque prácticamente su condena terminaría en el año 2003 hasta que se le encontró un domingo ahorcado en su celda con una de sus sábanas. Nadie se percató de este hecho puesto que permanecía recluido en solitario por sus brutales arranques de ira.
                  “Nunca conocí a otro hombre que tuviera una vida peor que la sura. Lo que la hizo doblemente horrible es que llevó la tragedia a un joven que estaba lleno de promesas y dejó un cráter de opsibilidades perdidas a muchos. Especialmente las que él mismo tenía”, escribió Mailer en un comunicado luego de la muerte del célebre escritor asesino.
 

lunes, 17 de septiembre de 2018

Andréi Chikatilo, “El Destripador y Canibal de Rostov”

*Fue un asesino serial que mantuvo una ola de brutalidad desde 1978 hasta 1990 cuando finalmente fue capturado por las autoridades y puesto en custodia por los crímenes más horrendos perpetrados por el hombre. *El agente del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), Robert Ressler, aseguró en su libro “Asesinos Seriales” que los monstruos más brutales se esconden en los rostros más comunes incluso dentro de nuestros círculos sociales.

 

 

                  Por: Álex Cazarín

 Hombres y mujeres comunes, con trabajos normales, vidas ordenadas e incluso con familias saludables y hasta ejemplares. Las mentes criminales no son como lo expresa el cine y la televisión, no son locos desquiciados que actúan por mero impulso, los grandes maestros del asesinato son todo lo opuesto a lo que Hollywood quiere venderle a la población. Los asesinos seriales a menudo se surgen de personas normales que hoy día demuestran y demostraron una capacidad innata para quitarle al prójimo de las maneras más viles y sádicas que horrorizaron a los medios y la comunidad de su tiempo, muchos de ellos sin que la justicia siquiera rozara uno de sus cabellos.
                 
Ese ser a quien admiras puede que no sea lo que pienses.
El agente del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), Robert Ressler, aseguró en su libro “Asesinos Seriales” que los monstruos más brutales se esconden en los rostros más comunes incluso dentro de nuestros círculos sociales. En la colonia, el vecino que te saluda todas las mañanas cuando sales rumbo al trabajo; en la oficina, tu compañera que siempre te saluda con un beso en la mejilla e incluso en la comodidad de tu hogar, tu padre a quien siempre has visto como una figura de autoridad y un ejemplo a seguir, aquél que provee con amor todo lo necesario por el bien de la familia. Cualquiera.
                  Quien sea, como el del profesor y padre devoto,  Andréi Chikatilo, nacido el 16 de octubre de 1936 en Yabluchne, Ucrania, recordado por la historia como “El Carnicero de Rostov”, “El Caníbal Ruso”, “El Destripador de Rostov” o “El Psicópata Rojo”.
                  Fue un asesino serial que mantuvo una ola de brutalidad desde 1978 hasta 1990 cuando finalmente fue capturado por las autoridades y puesto en custodia por los crímenes más horrendos perpetrados por el hombre. Se sabe que cometió atroces asesinatos no solo en Rusia sino también en Ucrania y Uzbekistán, cuando éstos lugares todavía pertenecían a la extinta Unión Soviética, se sabe que asesinó y devoró oficialmente a 56 personas, entre niños y adolescentes, mientras estuvo activo, sin embargo, como en estos casos, el número podría ser mayor ante la falta de pruebas pese a las confesiones de este tipo de personajes.

                  Infancia en Ucrania
                  Chikatilo fue un chico más o menos normal, criado al estilo de la vieja usanza en una aldea llamada Yabuchne o Yablochnoye, donde sus padres, Roman y Anna Chikatilo, mantenían relativamente estables a él y sus hermanos en una tierra azotada por la hambruna y la guerra. Sin embargo, los cronistas de la época difieren si éste tuvo un hermano llamado Stephan, quien presuntamente fue llevado por los soldados Alemanes como prisionero aunque también se habla de que el supuesto hermano fue descuartizado por los mismos elementos del Ejército y algunas otras versiones difieren y le conciben un destino igual de cruel a manos de un asesino de la época del que no se tiene registros.
                  Andréi fue un niño introvertido al que tocó ver la parte más atroz de la guerra pero también a menudo abusado por sus compañeros de la escuela quienes se burlaban de él por su notable miopía la cual decía no padecer, aunque fue hasta los 30 años de edad que se dio por vencido y terminó por usar gafas para apoyar su dificultad visual. Este tipo de problemas en su infancia dejó huellas que se acentuaban más con el abuso físico y psicológico del que era objeto en sus días de escuela. Un caso típico de abuso observado en la vida de estos personajes.
                  También se sabe que el niño Andréi era tímido con las mujeres, un problema que podría pasar como algo “normal” en cualquier chico o adolescente, sin embargo, hay registros por boca de él mismo de que una vez llegó a su adolescencia, sufrió la burla del género femenino al conocerse su impotencia sexual; un rumor que se extendió a raíz de los comentarios indiscretos de una de sus novias quien terminó por abandonarlo por sus ya marcados desórdenes mentales.
                 
Andréi en sus años de juventud.
Durante su paso por la universidad, Andréi postuló para el exámen de admisión a la carrera de Derecho pero fue rechazado así que tras varios años logró conseguir titularse en Ingeniería, Marxismo-Leninismo, Lengua y Literatura Rusa, indudablemente se trataba de un hombre diligente e inteligente al que más tarde se le abrieron las puertas en 1971 a la enseñanza cuando se graduó de maestro, donde comenzaría a dar rienda suelta a sus más oscuras fantasías.
                  Cabe mencionar que, pese a su afamada “disfunción” en el ámbito sexual, logró comprometerse y formar una familia con Eudocia o Theodosia Odnachev, nacida en el año de 1939, quien trabajó como directora de un jardín de niños y años más tarde, la fama de su marido la obligaría a renunciar a su puesto debido a la ola de críticas hacia su persona por culpa de su pareja.
                  En palabras de su esposa y más tarde mediante la propia confesión del reo, Andréi no era capaz de sostener una erección normal requerida para el acto sexual, sin embargo, pese a este impedimento lograron engendrar hijos aunque el lastre que arrastraba el hombre no solo lo hería a él sino que más tarde sería el detonante de su vida criminal que arrastró a decenas de inocentes con él.
                  Eudocia Chikatilo lo describió como un padre amoroso y ejemplar para sus hijos, como marido pese a sus limitantes, resultó en un hombre capaz de mantener a su familia e incluso jamás llegó a levantarle la mano a su compañera quien dijo que en ocasiones se llegó a mostrar sumiso para con ella. Sin embargo, cabe resaltar que este comportamiento a la larga, trajo serios problemas a la vida marital de la pareja.
                  Lo que su conyugue no sabía era que su pareja contenía al mismísimo infierno en su mente, donde divagaba por horas al recordar los abusos que sufrió y una manera de resarcir el daño hecho de una manera que lo reivindicara a él como un “hombre completo”, lo que logró el 22 de diciembre del año 1978, cuando comenzó su larga y brutal carrera delictiva.

Se desata el demonio de Rostov
                  Luego de conocer las masacres del “Carnicero de Rostov”, sus propios ex alumnos tildaron a Chikatilo de un maestro bastante pasivo con sus alumnos, quienes poco a poco comenzaron a irrespetarlo y a demostrar su poca capacidad para contenerlos en un área de confort donde pudiera enseñarles. Incluso se sabe que en el colegio recordó sus años de abuso cuando sus propios educandos le ponían apodos como “El Ganso”, por su cuello y brazos largos, por lo que terminó por afectarle psicológicamente aún más en su ya dañada psique.
                 
Sus años como depredador sexual de menores inició cuando daba clases poco después de graduarse en 1971, cuando de acuerdo a testimonios recabados por las autoridades, se paseaba en los dormitorios de las menores con excusas poco creíbles con tal de verlas en paños menores, quienes además, le sorprendían cuando a menudo se masturbaba “en secreto” mientras se encontraba en presencia de las menores desde la bolsa de su pantalón.
                  Chikatilo era un pedófilo al que atraían menores de 12 años de edad, a quienes varias veces acosaba aprovechándose de su posición de poder como docente, sin embargo, pocas denuncias de acoso sexual bastaron para hacerlo perder su trabajo y alejarlo de decenas de víctimas en potencia. Pero no se detuvo ahí.

                  La primera víctima
                  En diciembre de 1978, luego de varias décadas de fantasear con menores y sobre todo, probar su posición de poder cuando logró ingresar al mundo de la enseñanza, le impulsaron a un punto en el que tenía que poner a prueba sus más depravados fetiches a como diera lugar. Era una época fría, Andréi ya pasaba de los 42 años de edad, cuando  a lo lejos divisó la silueta de una menor de nombre Yelena Zakotnova, de tan solo nueve años, a quien por varios minutos siguió en trance por la calle, imaginando cómo sería cometer aquél crimen que tanto anhelaba en su mentalidad retorcida, pero no se atrevía, él no era así… en la vida real, solo en sus fantasías, pero sus instintos y su falta de voluntad lo sometieron y finalmente la desesperación pudo más.
Solo bastaron unas cuantas palabras dulces para lograr que la menor le perdiera el miedo y lograra acompañarlo a un lugar donde “le enseñaría algo divertido”. Sus años como maestro y padre le habían otorgado la habilidad para entablar conversaciones interesantes con niños, le habían otorgado las herramientas que tanto necesitaba. El poder.
                  El hombre cargó con la niña hasta una vieja cabaña desolada en medio del bosque donde logró someterla luego de un violento forcejeo por parte de la inocente criatura que luchó para que Chikatilo no le quitara sus ropas, sin embargo, en uno de tantos “tira y afloja”, éste recibió un ligero rasguño en la mejilla que dolió y dejó salir un breve rastro de sangre… y le gustó.
                  De acuerdo a psicólogos de la época, esta situación que confesaría ante las mismas autoridades, se debe a que el sujeto experimentó la excitación del dolor, que en cuestión de segundos le hicieron alcanzar una erección completa como nunca la había visto a lo largo de su vida. Finalmente comenzaba a darse forma el demonio sediento de sangre humana, sangre de niños inocentes.
                  La menor fue sometida y una vez Andréi obtuvo la clave de su éxito, intentó penetrarla, sin embargo, al no poder llevar a cabo su perversa tarea, hiló el dolor con su excitación y utilizó un cuchillo como remplazo de su miembro viril y lo clavó en los genitales así como en el estómago de la niña en repetidas ocasiones y bebía con ansias cada grito agónico que dejaba escapar el pequeño cuerpecito delante de él. El Monstruo Ruso formó un retorcido vínculo entre la sangre y el sexo cuando notó que cada puñalada lo acercaba más al orgasmo.
                  El cuerpo de la menor no fue encontrado sino hasta dos días después en las márgenes del río Grushkova, donde las autoridades y medios de comunicación no daban crédito de la brutal escena, pues además, pudieron notar que en la escena del crimen no hallaron los ojos de la niña. Poco después de su detención, Chikatilo confesó que creía que la última imagen que ven las víctimas quedan impresas en los ojos, razón por la que a todos los que cayeron en sus manos les vaciaba las cuencas antes de morir, lo que más tarde sería su marca personal para anunciar sus crímenes a la sociedad
                  Nadie sospechó de un maestro un tanto incompetente aparentemente normal, buen padre de familia y un sumiso marido, por lo que terminaron por inculpar a un conocido criminal local de nombre Aleksandr Krávchenko. Chikatilo seguía libre.
                  En el transcurso de esos años, Andréi fue despedido de su trabajo debido a los reiterados reportes de acoso sexual por parte de las alumnas del colegio al cual prestaba sus servicios, por lo que no tuvieron que pensarlo mucho para darle luz verde a su despido. Pero la suerte del asesino de Rostov no terminaba ahí, pues consiguió empleo para una empresa donde en 1981 se convirtió en funcionario de abastecimiento para una fábrica, así que su trabajo le exigía moverse por varias ciudades y esto lo convirtió en un factor decisivo a la hora de escoger a sus posibles víctimas. Ahora tenía la fachada perfecta, un empleado que se mueve de una ciudad a otra del que nadie esperaría se trataba de un criminal sádico.
                  Dos años después del brutal crimen de la menor, Andréi en uno de sus viajes logró contactar con una chica de tan solo 17 años de edad, de nombre Larisa Travchenko, a quien contrató para saciar sus instintos primarios, sin embargo, al no poder completar el acto sexual y presentar complicaciones debido a su viejo trauma, la chica se burló de él. Fatal error.
                  Chikatilo recordó las risas burlonas del colegio, el maltrato al que era sometido presuntamente por su propia madre y el abuso psicológico al que fue sometido por parte de las chicas que tuvieron la oportunidad de cruzarse en su camino en la adolescencia. Fue ahí cuando tomó de los cabellos a Travchenko y la golpeó hasta el cansancio con toda la furia de sus puños, perdió el control de sí y la estranguló hasta que ya no quedaba un atisbo de aliento vital en ella.
                 
El Carnicero sintió de nuevo el éxtasis del crimen, el olor de la sangre y el pálido de la piel cuando el último rastro de vida escapó de su víctima. En su testimonio confesó que, una vez asesinada Larisa, eyaculó sobre ella y que con “una ramita” le untó semen en sus partes íntimas ya que no quería que “nadie se diera cuenta de que no pudo terminar el acto sexual”. Sin embargo, su sed de sangre era tanta, que en el frenesí de la adrenalina en su cuerpo, decidió mordisquear el cuello de la occisa y rebanarle los pechos para luego, en sus propias palabras, “comerse los pezones”. Chikatilo estaba extasiado, danzó y cantó alrededor del cuerpo inerte y se deleitó en la sanguinaria escena que él mismo había creado.
                  Luego de cometer su segundo crimen, Andréi estaba seguro de que volvería a matar, se dio cuenta que no bastaban simples y aburridas intenciones sexuales para matar, sabía que para poder disfrutar de nuevo de esa sensación, debía someter a sus víctimas a la más sádica de las torturas. Sabía que le había encantado matar por el simple placer de ver morir.
                  Ese mismo año perpetró otros cuatro crímenes además del de Lyuba Biryuk, quien fue hallada con la seña particular del sanguinario asesino, sus cuencas vacías. Byuk fue hallada con al menos 40 puñadas en un bosque. Sin embargo, se sabe que entre las otras tres víctimas se hallaba un cambio drástico para este sujeto, quien arrebató la vida de un niño de nueve años de edad, de nombre Oleg Podzhiváev a quien sometió a las mismas torturas que también dio a probar a otros nocentes que murieron en sus manos.

                  Sin freno
                  Para el año de 1984, el número de asesinatos sin resolver ascendía a 15 brutales masacres perpetrados del mismo autor, ya que había indicios para creer que se trataba de la misma persona por los reiterados crímenes con el mismo modus operandi. Aunque cabe mencionar, los métodos del Carnicero de Rostov se volvían más oscuros ya que se empezaron a encontrar cuerpos de menores y adolescentes fragmentados y a menudo con visibles huellas de canibalismo. Las alarmas se encendieron en los medios locales.
                  La policía comenzó a notar en el transcurso de los años que los menores de edad siempre eran encontrados con mutilaciones en el área pectoral donde arrancaba los pezones a mordidas de las jovencitas o varones que se cruzaban en su camino. Aunque hay que aclarar que en más de una ocasión los mismos médicos llegaron a pensar que se trataba de un colega quien cometía tales crímenes ante los cortes perfectos que hacía cuando el instinto animal lo tomara poseso. Andréi estudió a fondo la anatomía humana para ser más efectivo a la hora de degustar otro crimen casi perfecto, tal como lo hizo el mítico asesino serial, Jack “El Destripador”, en Londres.
                  De igual manera se dio a conocer que éste sujeto incluso arrancaba la matriz de las jovencitas a las que atacaba y se llegó a especular que muchas de las mutilaciones que realizó, las hacía mientras la víctima se encontraba consciente e inmóvil, muchas veces ingirió estos órganos ante el rostro de los infelices que cayeron en sus fauces.

                  Indicios
                  Cabe mencionar que el asesino llegó a experimentar impotencia física y mental mientras saciaba sus retorcidos instintos y de esto dejó huella, ya que cuando se sabía cerca del orgasmo, molía a golpes a sus víctimas en una especie de “expiación” propia de su pecado por ser un eyaculador precoz, por lo que para dejar constancia a la autoridades de que había logrado copular con los occisos, embarraba semen en los maltrechos órganos sexuales de los muertos como una manera de dejar en claro que él podía tener sexo como una persona normal.
                  Todo este espectáculo macabro se llevó a cabo en la secrecía indirecta que le ofreció la Unión Soviética al asesino, pues en aquellos años el gobierno controlaba los medios de comunicación y muy pocas veces se llegó a escuchar de los crímenes del “Monstruo Ruso”, lo que contribuyó a mantener una relativa paz que ayudó a que Chikatilo viera una zona de cacería sin interrupciones auspiciada por las mismas autoridades.
                
No fue sino hasta la víctima número 30 que los medios por fin empezaron a seguir la pista de un presunto asesino serial que hasta ese momento se mantenía en el anonimato, por lo que el gobierno apuró más la cacería y detuvo a muchos inocentes a quienes querían inculpar de los atroces crímenes. Sin embargo, cabe mencionar que en una ocasión se detuvo a Chikatilo el 14 de septiembre de 1984 ya que encajaba en el primitivo perfil que armó el instituto Serbsky, pero no fue hallado culpable ante la ineficacia de las autoridades para sostener pruebas en su contra, por lo que se vieron en la necesidad de dejarlo en libertad.
                  No podían señalarlo de nada, era un padre de familia relativamente normal, un hombre trabajador y un buen miembro de la comunidad que a primera vista sería incapaz siquiera de robar un dulce en una tienda. No, no podía ser él.
                  Incluso, como el número de niños asesinados comenzó a incrementarse, los rojos comenzaron a sospechar de la comunidad gay de por sí ya perseguida por el régimen en la URSS, pero tampoco lograron obtener nada luego del interrogatorio al que sometieron a más de 150 mil personas, ya que los crímenes seguían y ya era imposible ocultarlo a la población.
                  Ante la presión ejercida por los medios de comunicación y la sociedad en general, los especialistas apretaron más el paso en cuanto a la investigación del “Caníbal de Rostov”, pero fue hasta la llegada del forense especialista, Alexandr Bukhanovsky, que se logró establecer un perfil más acorde a la personalidad del hombre más buscado de Rusia ya que los anteriores perfiles definían casi a cualquier persona en las calles, además de sostener que el hombre era de sangre del grupo AB y eso, porque lo supieron al recabar muestras de semen del asesino en las escenas del crimen.
                  Bukhanovsky se salió del protocolo establecido e investigó a fondo el pensamiento y detalles que observaba en el asesino en cada crimen y semanas más tarde, entregó al forense un informe de siete cuartillas que contenían una descripción más detallada del sujeto:
                  *Hombre de entre 25 a 50 años de edad.
                  *Estatura media de 1.75 metros.
                  *Con una clara disfunción sexual atribuida a que el asesino se ensañaba con su presa y descargaba su frustración y excitación mediante otros métodos además de la penetración.
                  *Impulsivo.
                  *Sin padecimientos psicológicos marcados como retraso mental o esquizofrenia.
                  *Organizado.
                  *Estratega.
                  *Reservado e incluso tímido para su edad.
                  *Con un alto coeficiente intelectual.
                  Pese a que los datos no representaban un avance como para reportar la captura del asesino a corto plazo, ayudó a los medios de comunicación a rastrear a individuos con estas características y disminuyeron el área de búsqueda.
                  En octubre de 1990, concretamente el día 17, Andréi Chikatilo volvió a matar pero ya nada era igual, la difusión mediática hizo imposible que la comunidad no estuviera al pendiente de los pasos del “Caníbal de Rostov”, por lo que una fuerza de élite se vio envuelta en las investigaciones así como toda la policía local de la estación de Donlesjoz, donde cometió otro crimen más.
                  Dos semanas después, Chikatilo volvió a matar y esto trajo consigo la llegada de más de seiscientos detectives que se avocaron en la búsqueda desde todos los rincones de la Unión Soviética ya que el tema atraería las miradas internacionales a la incompetencia por parte de la justicia rusa ante el mundo.
                  El sargento Igor Rybakov, uno de los tantos oficiales enviados para la búsqueda y captura del “Carnicero Ruso” tuvo la suerte de observar a lo lejos el seis de noviembre de 1990 a un sujeto de corbata y traje que salía de un bosque en el área establecida como la “zona de caza del criminal” y decidió seguirlo hasta una fuente, donde lavó sus manos y rostro de los rastros de sangre, además de observar heridas en una de sus manos que permanecía vendada.
                  La oportunidad era imperdible, Rybakov llamó la atención del hombre y le pidió sus documentos de identificación sin levantar sospechas de que había visto su acción minutos antes, de esta manera solo le dijo que era una especia de revisión de rutina en la que logró conseguir los datos personales del sospechoso sin darle la oportunidad de fugarse antes de conseguir una orden de arresto.
                  Cinco días después logaron hallar un cuerpo cerca del mismo lugar donde el sargento divisó al sujeto sospechoso, no cabía dudas de que era el asesino que tanto buscaban. Con las pruebas en la mano, el fiscal general de la provincia de Rostov logró emitir una orden de arresto contra Andréi Chikatilo, efectiva el 20 de noviembre de 1990 y ejecutada por elementos de la KGB, quienes detuvieron al presunto homicida acusado de la muerte de al menos 36 personas, todas mujeres y niños.
                  En los interrogatorios de las autoridades, Andréi se lamentaba por la “mala” acción ejercida contra un ciudadano inocente, pues según él, no había cometido ningún crimen como lo acusaban. Cabe mencionar que en los análisis que se le realizaron a la sangre del detenido, se logró establecer que Chikatilo era positivo en su esperma como parte del grupo sanguíneo AB, sin embargo, en análisis de sangre esto no era así.
                  Sin embargo, los métodos interrogatorios de la legendaria KGB distaban mucho de ser amables con sus prisioneros y unos días después, Chikatilo estaba dispuesto a confesar siempre y cuando se detuviera el maltrato físico al que era sometido.
                  Ante un psicólogo confesó 53 asesinatos y posteriormente a los interrogatorios, guió a los investigadores a los lugares donde llevó a cabo sus fechorías, días después entregó una confesión firmada que más tarde vio la luz ante los medios hasta décadas después que a la letra dice:
                  “Fui detenido el 20 de noviembre del 1990 y he permanecido bajo custodia desde entonces. Quiero confesar mis sentimientos con sinceridad. Me hallo en un estado de profunda depresión y reconozco que tengo impulsos sexuales perturbados, por eso he cometido ciertos actos.
                  Anteriormente busqué ayuda psiquiátrica debido a mis constantes dolores de cabeza, por la pérdida de memoria, insomnio y trastornos sexuales. Pero los tratamientos que me aplicaron o que puse en práctica no dieron resultado.
                  Tengo esposa y dos hijos, pero sufro de debilidad sexual: impotencia. La gente se reía de mí porque no podía recordar nada. No me daba cuenta de que me tocaba los genitales a menudo y solo me lo dijeron más tarde. Me siento humillado.
                  La gente se burla de mí en el trabajo y en otras situaciones. Me he sentido degradado desde mi infancia y siempre he sufrido. En mi época escolar estaba hinchado a causa del hambre e iba vestido con harapos. Todo el mundo se metía conmigo.
                  En la escuela estudiaba con tanta intensidad que a veces perdía la consciencia y me desmayaba. Soy un graduado universitario. Quería demostrar mi valía en el trabajo y me entregué a él por completo. La gente me valoraba, pero se aprovechaba de mi carácter débil. Ahora que soy mayor, el aspecto sexual no tiene tanta importancia para mí, mis problemas son todos mentales.
                  En los actos sexuales perversos experimentaba siempre una especie de furor, una sensación de no tener freno. No podía controlar mis actos. Desde la niñez me he sentido insuficiente como hombre y como persona. Lo que me hice no fue por el placer sexual, sino porque me proporcionaba paz mental y espiritual durante largos periodos. Sobre todo después de contemplar los videos de actos sexuales perversos, crueldades y horrores”, escribió a las autoridades.
                  De este fragmento de la larga confesión, las autoridades dedujeron que lo que Chikatilo quería era alegar problemas mentales y así, evitar la cárcel o la pena capital a como diera lugar, de tal manera que los psiquiatras del instituto Serbsky decidieron diagnosticarlo como un sujeto “legalmente cuerdo”, ya que sus actos estaban fríamente calculados, jamás sufrió algún trastorno que le impidiera saber que los brutales actos que cometió iban contra toda naturaleza humana, nunca tuvo el impedimento de detenerse ante la mirada de horror de aquellos niños agonizantes que pasaron sus últimos momentos en manos del mismísimo demonio en la tierra.
                
  Fue hasta el año 1991, en octubre, cuando al “Demonio de Rostov” lo diagnosticaron y hasta el año siguiente se alargó su juicio, donde a últimas fechas se mostró pulcramente afeitado, rapado y con aquella camisa blanca, roja y negra que tanto le gustaba estampada con los aros olímpicos. Triunfante, como si fuese a recibir alguna medalla por sus actos inhumanos.
                 
En uno de las presentaciones de Andréi a la sala de juicio hizo escándalo al demostrar el mínimo arrepentimiento frente a los familiares de las víctimas a quienes les mostró el pene flácido acompañado de: “Fíjense que inutilidad, ¿qué pensaban que podía hacer con esto?”.
                  Finalmente, “El Canibal de Rostov” fue sentenciado a la pena capital el 15 de octubre de 1992, pero todavía pasó dos años más en prisión, donde acumuló fans y seguidores luego de darse a conocer sus atroces crímenes tal como Charles Manson en su tiempo en los Estados Unidos décadas atrás. Chikatilo fue ejecutado en una prisión de Moscú entre el 14 y 16 de febrero de 1994 de un disparo en la nuca, de rodillas y prácticamente en paz, no como aquellos a quienes sometió al dolor de los mil infiernos con tal de saciar su retorcido apetito.

lunes, 10 de septiembre de 2018

El “Jack el Destripador” mexicano

*Superó en asesinatos violentos al célebre asesino en serie británico. *Operaba del mismo modo que Jack en la Ciudad de México. *Jamás fue castigado y nunca mostró signos de arrepentimiento.



Por: Álex Cazarín


Francisco Guerrero Pérez..
Francisco Guerrero Pérez, alias “Antonio Prida”, “El Jack el Destripador mexicano”, “El Destripador del Río Consulado”, “Barba Azul”, “El Degollador”, “El Estrangulador” o “El Chalequero”, nacido en alguna parte del Bajío en el año de 1840, decimoprimer hijo de una familia de clase humilde, autoproclamado devoto de la Santísima Virgen de Guadalupe, fue el primero de los asesinos seriales reconocidos en México a la fecha.
El término “Asesinos Seriales” se le atribuye a Robert Ressler, un agente de la Oficina de Investigación Federal (FBI, por sus siglas en inglés) que usó dicha frase en su libro del mismo nombre, “Asesinos Seriales” en 1998, quien afirmó que el término lo asoció a un recuerdo de en su niñez, cuando solía ver una serie de aventuras por televisión que dejaba al espectador en vilo cada semana a la espera de un capítulo más espectacular; sensación puede encajar a la perfección con este tipo de criminales, quienes luego de algún hecho sanguinario quedan a la espera de noticias de sus “obras maestras” en los medios y siempre les queda el sabor en boca de que sus “acciones” no fueron tan perfectas como en sus más feroces fantasías, por lo que en la próxima esperan batir su propio record en busca de el crimen perfecto.
“Tras cada crimen, el asesino serial piensa en cosas que podría haber hecho para que el asesinato hubiera sido más satisfactorio”, publicó Ressler.
                  Sus brutales crímenes coincidieron con los del célebre asesino serial británico, Jack “El Destripador”, ambos llamaron la atención de los medios de comunicación de la época debido a su modus operandi, pulcritud a la hora de asesinar e incluso por la manera en la que ambos se desenvolvían con sus principales víctimas. Incluso, cuando los asesinatos de Jack, “El Destripador”, llegaron a oídos de los periodistas mexicanos en 1888, aparecieron titulares por todo el país como: “Hay un ‘Chalequero’ inglés”.

Por su parte, Jack, apodado “El Destripador”, fue un asesino al que se atribuyen cinco asesinatos confirmados en el barrio londinense de Whitechappel en 1888, cuyo modus operndi se caracterizaba por cortar la garganta a sus víctimas, cortes en el área genital y abdominal, extirpación de órganos y desfiguración de rostro de mujeres exclusivamente dedicadas a la prostitución.
                  La infancia de Guerrero Pérez, como la de todos los asesinos seriales, estuvo marcada por golpes y maltratos por parte de su madre, a quien le debía los principales traumas de su niñez; se sabe que no tuvo una figura paterna, por lo que tuvo que ingresar precozmente a la vida adulta al trabajar desde muy pequeño para ayudar en su hogar. De este modo, migró a la Ciudad de México a la edad de 22 años, en 1862, donde realizó diversos trabajos para poder subsistir, sin embargo, el más conocido de sus oficios y al que se dedicó hasta el fin de sus días, fue el de zapatero.
De acuerdo a crónicas de la época, como las de “El Libro Rojo”, una colección de cuatro libros que ofrece una compilación de crímenes y criminales famosos mexicanos editado por el Fondo de Cultura Económica, “El Chalequero” tuvo en su haber al menos 20 asesinatos de mujeres en la capital, pero se especula que podría haber más en su tierra natal debido a que se desconoce la fecha exacta en la que el hombre inició con su cadena de delitos, aunque la fecha oficial (no confirmada) es que empezó desde el año 1880 hasta su captura final en 1888.
Sin embargo, cabe mencionar que los peritos de la época en México, afirmaban que los asesinos psicópatas tendían a ser una mera involución de la raza humana, es decir, gente que provenía de familias en una especie de “retroceso” generacional donde cada camada de hijos nacía con características propias de los animales con todo e instintos, en cuya cima se encontraban estas personas que arrebatan la vida de manera sanguinaria sin remordimientos.
A Guerrero Pérez lo describían como un hombre sucio e indígena de aspecto casi simiesco, con características animales y una vida desorganizada a la que atribuían su deseo de sangre y viseras, nada más alejado de la realidad. Lo único acertado era en la descendencia indígena de Guerrero, sin embargo, su aspecto era un abismo de diferencia.
De acuerdo a reportajes de la época luego de su captura, el estrangulador de México era una persona distinta a la que los investigadores  buscaban, se trataba de un hombre que acostumbraba vestir de manera elegante, cuyo porte carismático lo hacía agradable ante la sociedad, en especial con las mujeres, quienes afirmaban que se trataba de todo un caballero pese a su condición social y grado académico, ya que Guerrero era un hombre bien educado e inteligente al que jamás le faltaba la compañía femenina.
Su manera de asesinar incluso da a entender que su coeficiente intelectual se encontraba por encima de la media ya que, contrario a lo que se decía de él (que tenía retraso mental), “El Chalequero” operaba de una manera organizada y siempre con astucia. No fue sino hasta el año de 1908, cuando reporteros influenciados por la imagen de Jack “El Destripador”, publicaron la verdadera imagen del asesino de la capital, un hombre delgado, de tez morena, estatura media, escrupulosamente arreglado a la manera occidental, con educación y porte refinado así como galante, al igual que aquellos ojos penetrantes que tantas veces aterraron a sus víctimas, solía vestir de manera estrafalaria aunque siempre conservaba la elegancia, usaba pantalones entallados de cahemira, fajas multicolores y en algunas ocasiones chalecos tipo charro.
Grabado de la época, de José Guadalupe Posada, que ilustra uno de los asesinatos cometidos por Guerrero.
Francisco Guerrero Pérez, tenía éxito a la hora de conquistar mujeres que, fuentes fiables así como testimonios de quienes lo conocieron afirman que contaba con su propio harem de mujeres a las que no se descarta, usó para ejercer la prostitución. Incluso hay quienes refieren que en la colonia Peralvillo, donde vivía, todos conocían los crímenes de Guerrero, quien en alguna ocasión alardeó de sus “logros” enfrente de sus mujeres a quienes veía como una mera herramienta para su propia satisfacción, sin embargo, se le llegó a escuchar alardear que era un fiel devoto de la Santísima Virgen de Guadalupe e incluso que en su niñez fue sacristán. “Era guapo, elegante, galán y pendenciero”, afirma un testimonio anónimo en 1888.
Cabe mencionar que el rasgo misógino altamente marcado en Guerrero Pérez no era un secreto ya que, quienes tuvieron contacto con él lo describieron como un hombre al que gustaba de someter a las mujeres a sus deseos sin importar de quién se tratase, lo que quedó demostrado al poner atención en cada uno de sus asesinatos reconocidos, donde el 99% de sus crímenes fue en contra de prostitutas a las que deshumanizó luego de abusar de ellas.
Psicólogos en la actualidad concuerdan que el asesino de Peralvillo poseía una personalidad psicopática, carecía de empatía, era bastante egocéntrico, sufría de ataques repentinos de ira, era manipulador y promiscuo, además de que vivía un estilo de vida “parasitario” pues se sabe que algunas de sus mujeres lo mantenían, además de que se cree era proxeneta, sin embargo esto último entra en conflicto ya que se sabe ejerció el oficio de zapatero hasta sus últimos días, aunque se notaba que su trastorno de personalidad y misoginia fue producto del rechazo materno que se inició en la infancia y degeneró en un complejo de Edipo no superado. Sin embargo, se sabe que sus características son propias de los asesinos seriales, sea cual sea la época y condición social de la que provengan.
Pese a que se sabe tuvo muchas amantes y mujeres a su servicio, “El Chalequero” vivió una vida marital ordenada con una mujer identificada como “María”, con la que procreó cuatro hijos reconocidos, sin embargo, se sabe que tuvo otros hijos fuera del matrimonio de los que poco o nada se sabe.
De los asesinatos vinculados a Guerrero se sabe que intentaba despojar a las mujeres de su feminidad y las deshumanizaba, puesto que cada uno de sus crímenes estuvo marcado con tintes sexuales degenerados que superaban el odio al sexo opuesto. Violaba a sus víctimas para demostrar su superioridad y ponía a las occisas bajo su pie hasta que el último aliento escapara de ellas. Se cree que todas sus víctimas fueron prostitutas, excepto la última de ellas de quien no se comprobó que ejerciera dicho oficio; sin embargo, las autoridades establecieron que no las mató por el hecho de ejercer la prostitución, sino porque representaban un sector más vulnerable de la población de las que podía disponer sin mucha dificultad.
“El Degollador del Río Consulado es un criminal nato… No hay datos suficientes que autoricen suponer que (…) El Chalequero haya cometido sus crímenes bajo la influencia irresistible de la perversión sexual (…) no los ha cometido bajo la influencia de una obsesión morbosa (…) los ha consumado por impulsos violentos conscientes (…) es, por lo tanto, un degenerado inmoral y violento…” escribió Carlos Roumagnac, uno de los primeros criminólogos mexicanos para la prensa.
Guerrero, al igual que el tristemente célebre asesino británico Jack, “El Destripador”, con quien compartió la misma época y años de su carrera delictiva, abordaba a sus víctimas bajo el pretexto de hacer uso de sus servicios, sin embargo, luego de hacer uso de las mujeres las amagaba y, como ya se encontraban en un lugar solitario, las asesinaba estrangulándolas o simplemente las degollaba para finalmente desaparecer los cuerpos.
Se sabe que para rebanarle el cuello a las infortunadas utilizaba un cuchillo de curtidor, también usado en el oficio de los zapateros, el cual consta de una punta curva bastante resistente con la que se puede cortar cuero con facilidad.
No fue sino hasta la penúltima víctima, que se supo de la identidad del violento asesino luego de que ésta fuera dada por muerta y más tarde hallada para contarles los hechos a las autoridades. Fue una prostituta llamada Lorenza Urrutia quien estuvo grave durante varias semanas pero logró reponerse para luego testificar en contra de Guerrero luego de que afirmó que tuvo dos encuentros con él, el primero cuando la abordó en las vías del tren y ella lo rechazó bajo el pretexto de que “tenía que ir a cobrar un dinero”, sin embargo, dos meses después ya no se lo pidió por las buenas y la condujo a un área despoblada donde la metió en una cueva y por dos días abuso brutalmente de ella y pudo escapar luego de que su captor se ausentó, presuntamente a comprar alcohol a una pulquería cercana.
El 13 de febrero de 1888 fue detenido por el detective Francisco Chávez, quien luego de la denuncia de varios vecinos entre los que se encontraban José Montoya, Eulalia González y una de sus víctimas, Lorenza Urrutia. Cabe mencionar que las denuncias fueron “tapadas” por el régimen del porfiriato, aunque Guerrero sí fue condenado, primero a la pena de muerte, luego por alguna razón el presidente Porfirio Díaz revocó la sentencia y le dieron 20 años de prisión en San Juan de Ulúa en Veracruz, aunque en 1904 recibió una carta de indulto por error y fue liberado para continuar sus fechorías.
Durante los años de 1904 a 1908 hubo un espacio oscuro del que se cree hubieron más víctimas de “El Chalequero”, sin embargo, fue hasta el 13 de junio de 1908 cuando Guerrero fue detenido por segunda ocasión por el asesinato de una mujer de la tercera edad, a la que no pudieron identificar plenamente, solo se sabe que su nombre era “Antonia”, a quien ejecutó a orillas del río Consulado, cuyo cuerpo fue hallado poco después del crimen.
Sin embargo, Guerrero cometió muchos errores que llevaron a su captura, alardeó de sus asesinatos en presencia de varios vecinos y en su última fechoría un niño presenció todo el crimen, se trataba de un pequeño pastor que llevaba al ganado para abrevar en el río, cuando notó los gritos de la mujer y corrió para ver qué sucedía, ahí lo presenció todo, desde la violación hasta el artero asesinato. De igual manera, dos hermanas lo vieron cuando se lavaba los brazos y la cara de la sangre de su última víctima, por lo que ellos tres fueron piezas claves para que las autoridades le pusieran tras las rejas sin mayor dilación.
Vista aérea de Lecumberri.
El “Estrangulador del Río” fue llevado a la conocida prisión de Lecumberri, donde se sentenció a la pena de muerte a sus ya 70 años de edad en el año de 1910, justo cuando inició la Revolución Mexicana, sin embargo, se sabe que Guerrero jamás admitió pena o culpa por los múltiples asesinatos a los que se le vincula.
Viejo, enfermo y sin culpa, el “Jack El Destripador Mexicano” comenzó a enfermar, algunas crónicas de la época afirman que se trató de tuberculosis, otros que su salud decayó a causa de una contusión craneoencefálica y algunos que simplemente  a causa de la edad, un día no pudo ponerse de pie y fue llevado moribundo al Hospital Juárez donde murió en santa paz.
Las víctimas de Guerrero se especulan en decenas, tal vez cientos si su mente atroz logró llevar a cabo otros asesinatos más, sin embargo, se conocen solo los nombres de nueve de ellas:
*Candelaria Mendoza.
*Francisca Rivero, alias “La Chichara”.
*María de Jesús González.
*Margarita, alias “La Burra Panda”.
*María Guadalupe Villagrán.
*Josefina Rodríguez.
*María Muñóz.
*Murcia Gallardo.
*Antonia, la última de sus víctimas.

(Nota.-El presente texto es obra y propiedad de su autor, se prohibe la reproducción total o parcial para fines no establecidos por el portal sin previa autorización).