sábado, 25 de enero de 2020

“La Secta Yerbabuena” de Tamaulipas





*Nadie sospechaba que un culto de ‘depredadores’, ‘vampiros’ y ‘monstruos’ (como lo dio a conocer la prensa de la época), comenzó a anidar en un poblado al norte de la entidad, liderada por una verdadera sacerdotisa con sed de sangre y muerte que jamás se había visto hasta ese entonces.*




“Cuando la ignorancia, la maldad y la ambición se reúnen en una persona, los resultados se tornan en abominaciones dignas de la ciencia ficción”.
Corría la década de los 60´s en México, concretamente en los años 1962 y principios del 63, cuando en el estado de Tamaulipas se comenzó ‘a cocinar’ una de las atrocidades que dejó boquiabierto a más de uno en el país y fuera de él.
Magdalena Solís, foto real.
Nadie sospechaba que un culto de ‘depredadores’, ‘vampiros’ y ‘monstruos’ (como lo dio a conocer la prensa de la época), comenzó a anidar en un poblado al norte de la entidad, liderada por una verdadera sacerdotisa con sed de sangre y muerte que jamás se había visto hasta ese entonces.
Cuatro monstruos que nacieron separados, pero el destino los reuniría y juntos, habrían de orquestar la estafa y la masacre más brutal de la década en Tamaulipas, comparable solamente con la miseria que se vive hoy día en aquella ciudad fronteriza, donde el crimen reina impunemente. 
Uno de los cerebros y el principal, por el que el culto se sostenía llevaba por nombre Magdalena Solís, quien siguió la misma línea que las mentes criminales dedicadas al homicidio desde su tierna infancia. Uno de los pocos casos documentados de asesinas seriales femeninas sin otra motivación más que el depravado placer sexual de ver, sentir, oler y saborear a la muerte misma. 




Criada en el seno de una familia disfuncional y como la gran mayoría de los mexicanos de la época en la zona rural, pobre, sin aspiraciones más que la de apegarse al ejemplo de los abuelos en formar una familia y morir en ella.
Sin embargo, Magdalena, a pesar de las dificultades, nació con una mente privilegiada, pues se sabe que era una criminal organizada, visionaria, sedentaria pero calculadora y sobre todo, líder, lo que la llevó a la cabeza de una de las sectas más vomitivas de la historia de México.
A falta de oportunidades y mejores propuestas de trabajo, aprovechó su cuerpo y tan solo al alcanzar la mayoría de edad se dedicó a vender su cuerpo en las calles (tal vez antes, dado que la prostitución para los años 60 y principios de los 2 mil, era y aún es ejercida por menores de edad en el país).
De acuerdo con crónicas de la época, su hermano Eleazar Solís, era quien la ‘padroteaba’ al mejor postor, ya que al ser ambos campesinos, las oportunidades que les brindaba la sociedad eran mínimas por no decir casi nulas.
Fue entre los años 1962 y principios de 1963, cuando los hermanos Solís fueron encontrados por otras dos mentes criminales quienes ya tejían un fraude contra campesinos de una comunidad bastante marginada llamada “La Yerbabuena” en el norte de Tamaulipas.


Vista de la zona serrana de Yerbabuena desde Villagrán.

Los hermanos Santos y Cayetano Hernández, ya tenían varios meses intentando engañar a los campesinos de aquella comunidad rural (unas 50 familias sumidas en la pobreza extrema), a quienes dijeron que llegaron para solucionar sus problemas monetarios. La realidad era otra.
Lo que no especificaron era que se trataba de “su” propia necesidad económica, pues ambos idearon ‘la estafa’ perfecta, al decirle a los campesinos que su llegada no era por casualidad, pues se trataba de ‘profetas’ de los exiliados dioses incas.

Les aseguraron que las viejas profecías apuntaban a que el retorno de estas entidades ancestrales estaba por ocurrir para tomar potestad de todo lo que les correspondía, pero estaban dispuestos a perdonar a quienes se sometieran de buena voluntad a sus designios y a cambio, prometieron oro y joyas escondidos en las entrañas de la tierra, como alguna vez se las otorgaron a las antiguas civilizaciones. 
Por supuesto que se trataba de una muy elaborada estafa, puesto que los incas jamás habitaron territorio mexicano; pero esto no fue impedimento para que los pobres jornaleros creyeran en las patrañas que salían de la boca de los hermanos Hernández, quienes vieron en ellos la oportunidad perfecta de resolver sus problemas de dinero.
Por algunos meses la farsa rindió sus frutos, pues los campesinos, embelesados, entregaron lo poco que tenían para mantener a estos sujetos, quienes vivieron a expensas del miedo y la ignorancia de la gente, quienes les vieron con temor hasta que las promesas de oro y riquezas no se vieron cumplidas.
Fue ahí cuando comenzaron a notarse que ni castigo ni abundancia llegaba para ellos, por lo que las murmuraciones no se hicieron esperar. Más temprano que tarde, los estafadores se vieron en la necesidad de idear una especie de ‘extensión’ a su plan, por lo que acordaron buscar a más personas que quisieran ser sus cómplices en esta cruel jugada de abuso a la ignorancia de la gente.
Tuvieron que ausentarse por algunas semanas en busca de ‘mercenarios’ que quisieran seguirles la corriente en esta treta, vagabundos, ebrios… prostitutas, hasta que encontraron a Magdalena y a su hermano, quienes vieron en este ‘negocio’ la oportunidad que tanto habían esperado para dejar de trabajar en las calles.





Luego de explicar a detalle y coordinarse para evitar quedar al descubierto, los cuatro acordaron que Magdalena sería presentada como la reencarnación de Coatlicue6, diosa madre del Partenón Azteca, por lo que tendría que representar su papel fielmente para que todo saliera a la perfección.
Se realizaron sacrificios humanos.
La presentación de la adolescente ante los adeptos fue adornada por trucos baratos y parafernalia rebuscada que aun así, logró su objetivo, pues al verter una cortina de humo ante la multitud, quienes esperaban impacientes las pruebas de que los hermanos Hernández eran quienes decían ser, emergió una bella jovencita, quien se presentó como la milenaria deidad y pidió de inmediato adoración y por supuesto, tributo, a cambio de bendiciones y favores sexuales.

Magdalena encontró en esa representación lo que necesitaba para sentirse plena, encontró inspiración y sumado a su marcada tendencia psicópata, llegó a creer que en verdad ese era su propósito en la vida, ser adorada.
Los que llegaron a verla en uno de tantos rituales, aseguraron que la mujer en verdad creía ver apariciones y milagros durante aquellas sesiones, donde además, se abusaba del consumo de mariguana y peyote.




Dichos rituales contenían grotescos actos de abuso, sadismo, pedofilia y actos de fetichismo que los empujaron aún más allá de la frontera de la locura, llevándolos a cometer crímenes a sangre fría, en presencia de otras personas, quienes veían aterrorizados los actos de los “emisarios y la diosa”.
No pasó mucho tiempo para que alguno de los adeptos se hartara de aquellos actos aberrantes donde la “diosa” y sus súbditos se sometían a intensas orgías donde además, obligaban a los niños a participar mientras el humo de la “hierba sagrada” inundaba la cueva enclavada en la sierra donde cometían actos degradantes para la dignidad humana.
Cuando uno de los campesinos decidió levantar la voz y otro más le siguió en murmuraciones por la comunidad. Pero la sentencia estaba dada, no hubo juicio más que el de la “dadora de la vida”, quien ordenó a sus seguidores apresar a quien estaba dando quejas y representaba un ‘peligro’ para el culto.
Para ese entonces, Magdalena Solís ya tenía fuertes delirios religiosos, en realidad creía ser la encarnación de la diosa azteca, por lo que ordenó a sus seguidores que castigaran al quejoso, quienes fueron linchados por la multitud.
 A partir de ahí no había vuelta de hoja, sus crímenes escalaron en cuanto a la violencia, pues de un momento a otro, la supuesta Coatlicue, comenzó a exigir sacrificios humanos y trascendió que incluso el consumo de carne humana, es decir, canibalismo.
Lo llamaron “El Ritual de Sangre”, pero se trataba del castigo corporal más brutal para esos momentos dentro de la secta, pues consistía en golpear multitudinariamente a la víctima, quemarle los pies y otras parte del cuerpo, para luego desangrarlo mediante una sangría que tarde o temprano acabaría por matarlos.
Pero esto no quedaba así, pues los sacerdotes de la mujer sostenían el maltrecho cuerpo del infortunado y captaban la sangre del blanco, la cual era mezclada con sangre de aves, la cual era bebida por la mujer y sus adeptos, para luego de algunos minutos extraerle el corazón.

Era una noche del mes de mayo de 1963, cuando un joven de 14 años de edad, vecino de la localidad, Sebastián Guerrero, deambulaba por las cercanías de las cuevas en donde la secta de Solís realizaba sus ritos. Atraído por las luces y los ruidos que salían de una de las cuevas, entró a husmear; se encontró con un terrible espectáculo, en silencio observó la atroz masacre que sufrió una pobre y desconocida víctima.

Aterrado, corrió más de 25 Km., desde Yerba Buena hasta la localidad de Villa Gran, lugar donde se encontraba la estación de policía más cercana. Exhausto y todavía en estado de shock, no acertó en dar ninguna otra descripción del "grupo de asesinos, que presas del éxtasis, se aglutinaban para beber sangre humana", como vampiros.
Los oficiales se rieron de las declaraciones balbuceantes de Guerrero, las tomaron como los delirios de un muchacho perturbado o drogado. A la mañana siguiente, un oficial, (el investigador Luis Martínez) lo escoltó a su casa y de paso podría mostrarle "donde había visto a los vampiros". Ese fue el último día que Sebastián Guerrero y Luis Martínez fueron vistos con vida.

Aprehensión y condena
La policía consternada por las desapariciones de Guerrero y Martínez, tomaron el caso en serio, se comenzó a hablar de una secta satánica. El 31 de mayo de 1963, la policía en conjunto con el ejército desplegaron un operativo en Yerba Buena. Detuvieron a Magdalena y Eleazar Solís en una finca de la localidad, tenían en su poder una considerable cantidad de marihuana. Santos Hernández murió abatido por las balas de la policía al resistirse al arresto. Cayetano Hernández fue víctima de sus propias mentiras: fue asesinado por uno de los miembros locos de la secta, llamado Jesús Rubio, que ante la crisis quiso poseer una parte del cuerpo de un sumo sacerdote para protegerse.
En pesquisas posteriores se encontraron, primeramente, los cadáveres descuartizados de Sebastián Guerrero y Luis Martínez, cerca de la finca donde fueron detenidos los hermanos Solís, (a este último se le había extirpado el corazón, al estilo de los sacrificios aztecas), después fueron hallados los cuerpos, también descuartizados, de las otras 6 personas, en las inmediaciones de las cuevas.
Magdalena y Eleazar Solís fueron condenados a 50 años de prisión, por tan solo 2 homicidios, (los de Guerrero y Martínez), no se les pudo comprobar su participación en los otros 6 asesinatos porque todos los miembros del culto detenidos se negaron a declarar.
Muchos de los miembros de la secta murieron abatidos en el tiroteo con la policía ya que, armados, se atrincheraron en las cuevas. Los que fueron detenidos, fueron condenados a 30 años de prisión por 6 cargos de asesinato en la modalidad de "homicidio en grupo o pandilla, o linchamiento", su condición de analfabetismo y pauperismo sirvieron de atenuantes. No fue hasta años después que algunos ex-miembros de la secta hablaron de los horrores del culto.







sábado, 11 de enero de 2020

Asesinos Seriales Mexicanos: "La Mata-Taxistas"

Foto.-Redes.




***El nueve de junio, Soledad Sánchez confesó el modus operandi con el que masacraba a los taxistas, pues solamente fue contra trabajadores del volante, aunque sospechan que detrás, también había civiles sin conexión a estos.**




Por.- Álex Cazarín

La violencia no tiene nada que ver con el género o la condición social, pues está claro que cuando una persona decide que tiene que defenderse lo hace, ya sea por instinto o por necesidad, pero siempre actuará siempre y cuando sus fuerzas no le fallen.
Pero hay personas a las que la ciencia médica aún no alcanza a entender, aquellos que no dudan en utilizar sus capacidades para poner fin a la vida de alguien más, no por necesidad, no por instinto sino por simple gusto y perversa diversión.
¿Qué lleva a una persona a poner las manos sobre otra y arrebatarle la existencia con cruel saña? ¿Qué es lo que impulsa a quien, en teoría, debería ser una madre de familia a liderar un grupo criminal y asesinar por llenar su sed de sangre? ¿Hay razón para dejar a tu familia a la deriva con tal de llenar el vacío del ego a niveles extremos?
Mujer, madre de familia, trabajadora y los que la conocieron, afirman que se trató de una dama apegada a sus hijos, amorosa y fiel para con ellos. Nacida en el año de 1970, en Nuevo León, en México, Cristina Soledad Sánchez Esquivel, fue responsable de la muerte (confirmada) de al menos cinco taxistas aunque podrían ser más.
Sus primeros años en este mundo fue la misma suerte que comparten 52.4 millones de mexicanos en situación de pobreza, equivalente al 41.9% de la población total del país, de acuerdo a cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) hasta finales del año 2019.
Durante su niñez, fue víctima de abuso sexual en múltiples ocasiones, lo que provocó que quedara embarazada a temprana edad, pues dio a luz a su primera hija a los 16 años, a quien nombró María Guadalupe, además de que procreó otros cinco hijos más (tres mujeres y dos varones), los cuales apenas y rebasaban los 15 años cuando vieron a su madre ser llevada ante la justicia.
Sin embargo, hay que puntualizar, que Sánchez Esquivel, fue señalada como una madre amorosa y muy atenta para con sus hijos, una mujer que siempre velaba por estar presente para ellos y darles lo que nunca le dieron a ella en su niñez, cuentan las crónicas luego de su detención allá por 2010.
Sin lugar a dudas, la detención de esta “madre amorosa” conmocionó a propios y a extraños, pues nadie creía que una mujer de su complexión (morena, de estatura baja y algo regordeta) fuese señalada de apuñalar y desaparecer los cuerpos de hombres que le doblaban en condiciones de fuerza.
Como si se tratara de una novela de misterio, al ser cuestionada por los oficiales, la asesina confesó haber asesinado y tirado los cuerpos de sus víctimas en un pozo escondido en un lugar llamado “Cerro del Fraile”, en el municipio de García, en Monterrey.


Cristina Soledad Sánchez Esquivel, "La Mata-Taxistas"
El nombre de Cristina Soledad Sánchez comenzó a salir en los titulares de la prensa norteña luego del día cinco de junio del 2010, cuando la policía del municipio de García la detuvo cuando huía en un taxi robado al haber una denuncia de por medio.
La mujer fue sometida a un interrogatorio donde confiesa haber cometido por lo menos dos crímenes (por el momento) contra taxistas de la zona, sin embargo, también se reveló que la mujer de 31 años de edad, era líder de una banda que se dedicaba a la compra – venta de autos en el mercado negro, entre otros delitos.
Señaló a las autoridades que sus cómplices también cometieron asesinatos contra trabajadores del volante a quienes apuñalaron y cuyos cuerpos eran arrojados en un pozo ubicado en las faldas del “Cerro del Fraile”, pues no querían verse investigados, por lo que procedían a “silenciar” para siempre a sus víctimas.
Mediante un intenso interrogatorio, “La Matataxistas”, como fue apodada por las autoridades al ver los indicios, confesó la ubicación del pozo así como las identidades de algunos de sus cómplices, entre los que había menores de edad, por lo que elementos de Protección Civil de García se movilizaron para inspeccionar el sitio señalado por la asesina y verificar si lo que dijo en la “charla” con los detectives era cierto.
Para llegar al pozo donde “La Matataxistas” señaló haber arrojado los cuerpos de los infortunados ruleteros, PC del estado tuvo que seguir un camino desde García hasta el entronque con la avenida Lincoln hasta Icamole, a unos cinco o seis kilómetros de terracería hasta un lugar conocido como “La Venadita”, una ferretería, donde se encuentra una brecha en las faldas del “Cerro del Fraile”.
Se trata de un camino de terracería y piedras sueltas que hace casi imposible el libre tránsito de vehículos, pero que no impidieron el acceso a los homicidas para desaparecer a quienes estorbaban su depravado “trabajo” de compra-venta de vehículos robados.
A un par de kilómetros se encuentra el punto, que en cuestión de horas se llena de policías, peritos de la Procuraduría de Nuevo León y agentes que de inmediato acordonan los alrededores de la serranía, de lo que acordaron por unanimidad llamar “El Pozo de la Muerte”.
El día siete de junio, PC del estado introdujo una cámara al pozo, la cual fue atada por una cuerda y bajaron hasta el fondo de la oscuridad, donde de inmediato registraron restos de cuero cabelludo y grasa corporal. Luego de los trabajos correspondientes, los peritos informaron del hallazgo de una fotografía, una niña que resultó ser nieta de un taxista que hasta ese momento se encontraba como desaparecido desde hacía ya dos meses, identificado como Abdiel Mendoza Hernández.
Ese mismo día, dos menores de edad fueron presentados ante las autoridades de Justicia para Adolescentes como presuntos cómplices de la mujer, quien para ese momento solo “cantaba” delante de la ley; los jovencitos eran señalados de participar en el asesinato de los ruleteros, sin embargo, ambos hasta esta fecha andan libres.

Sánchez Esquivel, al ser presentada a las autoridades.
Para ese momento, la multi asesina reconoció mediante una fotografía a otra de sus víctimas, un trabajador del volante desaparecido que junto a otro más, afirmó a sangre fría, haberlos asesinado a ambos. Fue entonces que la Policía Ministerial hizo “desfilar” ante ella más fotografías de desaparecidos, pero solo a los ‘ruleteros’ reconocía como “clientes suyos”.
En este desfile del horror, la mujer también confesó la muerte de un ex novio a quien identificó plenamente a uno como Martín Tovar Zavala, de 39 años, quien era su amante y a otra víctima, de nombre Abel Mendoza Hernández, de 68 años.
El nueve de junio, Soledad Sánchez confesó el modus operandi con el que masacraba a los taxistas, pues solamente fue contra trabajadores del volante, aunque sospechan que detrás, también había civiles sin conexión a estos.
Dijo ante la Policía Ministerial de García haber arrojado vivo a uno de ellos a la fosa, aunque para esto, lo había tasajeado en repetidas ocasiones y al caer, la altura, el agua y las heridas habían terminado el trabajo. De igual manera dijo que uno de los taxistas “se quedó atorado y comenzó a gritar por auxilio”, pero sus compinches comenzaron a arrojar piedras hasta que el silencio reinó en el lugar.
La detención de esta mujer se dio luego de intentó asaltar a Manuel Neri Balderas, un ‘ruletero’ sexagenario de Saltillo, a quien pretendía asesinar cortándole el cuello, tal como a los demás en su lista negra. Sin embargo, el hombre logró escapar cuando forcejeaba con la mujer y sus cómplices.
Para fortuna de él, un conductor que pasaba por el lugar logró ver la escena y de inmediato llamó  a la policía; relató a las autoridades que la tarde del 4 de junio, observó que la asesina estaba en la acera del Periférico “Luis Echeverría Álvarez”, frente a la central de autobuses de Saltillo, poco antes de las 16:00 horas.



La mujer traía en la mano un boleto de autobús, pero su cara era de enojo; dijo haber visto cómo varios taxistas le pitaron pero no cedió hasta que él hizo lo suyo, como si lo esperara.
— ¿Cuánto cobra a García, Nuevo León? Es que se fue mi camión–, dijo enseñando un boleto.
—Quinientos pesos, si lleva equipaje cobro más-, respondió el taxista.
Cristina Soledad abordó el auto, un Nissan Tsuru, con colores oficiales, se sentó en la parte trasera y se distrajo por unos momentos. El taxista indicó que esa tarde era particularmente calurosa, sofocaba aún más cuando corría por la autopista a 130 kilómetros por hora, donde solamente había silencio.
“Ella habló hasta entrar a García. Comentó que posiblemente la esperarían unos familiares; después que si la llevaba a un lugar conocido como Los Arcos de Icamole, ubicado en el kilómetro 12, cerca del poblado Cerritos y del rancho El Lagartijo”, contó a las autoridades y luego a los medios de comunicación locales.
—“Hasta aquí no entro, no meto el carro a terracería”—, dijo Héctor Manuel al ver un camino de tierra del “Cerro del Fraile”, donde sólo escuchaba el rugir de los transformadores de energía.
—“Nada más hasta la lomita, me están esperando. Ya para que no se queje voy por el dinero, por ahí vivo”-, indicó la mujer.
Héctor Manuel no cedió y le respondió casi de inmediato: “Aquí la espero”.
"Cerro del Fraile" en Nuevo León; foto, redes.
Fue en ese momento que la mujer cambió su actitud, como si una entidad extraña la poseyera, pues brincó hacia el lado izquierdo del auto, con la mano derecha lanzó un navajazo y con la izquierda sujetó al taxista por el cuello girando su rostro, su fuerza, a decir del agraviado, era descomunal. Intentó reaccionar pero el cinturón de seguridad le impidió moverse. Ella gritó: “Hasta aquí llegaste, hijo de tu chingada madre, tanto viniste chingando que te va a cargar”.
 “¿Ha escuchado usted la puerta de una bisagra cuando rechina? Así se oyó mi cuello cuando me jaló”, recordó el taxista al contarle a las autoridades, porque a causa del jalón el lado izquierdo del cuerpo se le durmió.
La mujer bufaba del odio, rugía como una bestia y le dijo al taxista: “Ahí viene mi comando ¿No viste que agarré el celular?”. De inmediato ella le pidió que bajara despacio del autoo para no mancharlo de sangre. Héctor Manuel apagó la marcha, dejó de sentir la opresión. Con sus manos tomó la pierna dormida; bajó del carro. Ella estaba detrás, aleccionó: “¿Ves la lomita? Vas a caminar derecho por el camino, papacito. Nada que agarras piedras o corres”.

"Cerro del Fraile", en Nuevo León. Foto, redes.

Sin embargo, en una oportunidad tomó todas las fuerzas que le quedaban y corrió como si no hubiera un mañana, sin importar que la mujer o sus cómplices abrieran fuego contra él. En su carrera tomó un leño picudo dispuesto a herir a quien se cruzara en la carrera.
Finalmente, llegó al rancho “El Lagartijo”. No sabía si lo que dijo la mujer era cierto, que su familia vivía en aquél sitio, así que pensó que posiblemente se tratase de cómplices de Cristina, pero el alma le volvió al cuerpo al observar a dos pequeños que salían de aquella casa.
Rolando Castañeda, encargado del lugar, salió en compañía de su amigo Felipe Solís para ver de qué se trataba. Rolando, de 30 años de edad, llevó al hombre que sangraba y pedía ayuda al Depósito, atendido por Heliodoro Aguiñaga Lara, quien vende refrescos, cervezas y frituras.
Heliodoro ofreció un trapo porque la hemorragia de Héctor Manuel había manchado el piso; él se negó pidiendo pronta ayuda telefónica a la Policía Municipal de García, quienes tardaron aproximadamente 10 minutos en llegar.
En su desesperación sangrante, Héctor Manuel dijo que escuchó cuando su atacante encendió el motor del auto. Y que posiblemente podía encontrar alguna identificación en el lugar de los hechos, a pocos metros de ahí.
Rolando, Felipe, Heliodoro y Manuel fueron a buscar, mientras Héctor Manuel interceptó a los oficiales de la Policía Municipal para explicarles, en pocas palabras, que no necesitaba atención médica, sino capturar a quien minutos antes lo había atacado.
“¿Crees en Dios? La libraste de milagro. Se está lamentando de no haberte matado”, habría de confiar un policía investigador a Héctor Manuel Nerio Balderas, mientras rendía su declaración en la Procuraduría General de Justicia del estado de Nuevo León la madrugada del 5 de junio, cansado y hambriento tras la batalla.
A esa hora los rotativos estaban cocinando la historia de esa mujer robusta, morena y de 31 años que abordaba taxistas: apuñalaba o disparaba en parajes de la carretera a Icamole para vender sus autos en 20 mil pesos.
Héctor Manuel, de 60 años, originario de Charcas, San Luis Potosí, dijo sentir que se le iba el aire cuando escuchó: “Usted acaba de nacer. Ya confesó que mató a cuatro”. La mano y el cuello sangraban moderadamente a causa de un navajazo.
 “Tengo un mes y siete días de nacido”, respiró hondo al momento de subir el primer pasaje desde aquel ataque. El destino sería precisamente el lugar donde iba a ser su tumba.

"La Mata-Taxistas" y su cómplice.
El 11 de junio, al ser capturado en Saltillo, un cómplice de “La Matataxistas”, detalló la forma como mataban a sus víctimas, narró la extrema violencia de la mujer, y aseguró que recibía 300 pesos por participar en los asesinatos. Aarón Herrera Pérez, “El Azteca”, fue capturado cuando se encontraba trabajando en una maderería en la capital del estado de Coahuila.
Tras realizar los trabajos de búsqueda en la fosa ubicada en las faldas del Cerro del Fraile, en la comunidad conocida como La Venadita, los elementos lograron extraer uno de los cuerpos que se encontraba a casi 272 metros de profundidad.
Cerca de las 18:00 horas del 14 de junio y después de remover estas piedras que fue liberado el cuerpo de una persona masculina, la cual vestía un pantalón de mezclilla y una camisa, sin que las autoridades pudieran identificarla en ese momento, ya que se encontraba en estado de descomposición con al menos tres semanas de haber fallecido.
Cristina Soledad Sánchez Esquivel, conocida como “La Matataxistas”, fue condenada a 195 años y 11 meses de cárcel por un juez del municipio de San Pedro Garza García, tras dos años de diligencias.
En 2010, Sánchez Esquivel, de 35 años, fue señalada como la autora intelectual y material de cinco crímenes contra taxistas, a quienes privaba de la vida para robarlos junto a varios de sus cómplices. Como Aarón Herrera Pérez, «El Azteca», de 27 años, a quien se le impuso una pena de 152 años y 4 meses de cárcel.
Pero aun con la pena establecida, los dos delincuentes pasarán sólo 60 años de cárcel porque es la pena máxima que la ley establece en el Estado. Tras las investigaciones, se descubrió que cinco ecotaxistas fueron tirados en un pozo de Agua y Drenaje en la zona de Icamole, a donde la mujer guiaba a sus víctimas.
La jefa de la banda, es responsable de la muerte de cinco taxistas, del robo con violencia, de violación a las leyes de inhumación y exhumación, y agrupación delictuosa.